Una profunda verdad dicha con profunda sencillez.

Por Charity Lane

El pastor de una pequeña iglesia pidió a los presentes que compartieran cómo Dios estaba obrando en sus vidas.

Al mismo tiempo que uno de los ancianos de la congregación se levantó para decir cuán agradecido se sentía porque el templo estaba lleno a rebosar en esa mañana, mi hijo de 6 años se inclinó hacia mí y me dijo: “Mamá, yo estoy agradecido por todo”.

Sonreí y le dije que él también podía decir que estaba agradecido por algo. Él sonrió feliz y lucía como si le hubieran dado permiso para dar volteretas a lo largo del pasillo en medio del culto de adoración.

Mi hijo esperó pacientemente a que llegara su turno. Pensé que quizá se rendiría al notar que las voces fuertes de los adultos de la iglesia apagaban su tímido intento. Por fin mi hijo sintió que le llegó su oportunidad, se puso en pie y dijo: “¡Estoy agradecido por Dios!”

Cuando mi hijo se sentó, su espalda estaba más erguida y su pecho más salido porque se le había permitido hablar en el templo.

Por el resto del culto, me maravillé de cuánto él había dicho en aquella breve declaración. Yo sabía que él estaba agradecido por muchas cosas; repasamos la lista cada noche cuando él y yo oramos al pie de su cama. Pero para ese testimonio en el templo, él dejó a un lado todas aquellas cosas pequeñas y fue directo a la cabeza de la lista: Él estaba agradecido por Dios.

Estaba asombrada por su sencillez, me di cuenta entonces que el amor que un niño siente por Dios es simple, puro, inocente y sin condiciones de ninguna clase. Con mucha frecuencia yo había dado gracias por mis bendiciones, mis posesiones materiales y mi familia, pero había olvidado dar gracias a Dios por ser Dios: Mi Roca, mi Protector, mi Redentor.

Hoy me regocijo con mi hijo y doy gracias a Dios por ser Dios.

Charity Lane es la esposa de Toby y tienen dos hijos. Ella enseña la clase de jóvenes adultos en Shady Grove Baptist Church en Kennett, MO. Charity se siente bendecida sobre todo por ser una hija de Dios.