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[La lucha que lidiamos con nosotras mismas]

Verónica Rodas

Mateo 16:24, dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, NIÉGUESE a sí mismo”.

Es impresionante cómo el Señor nos deja sumamente claro que, si queremos seguirle, debemos oponernos a nosotros mismos. Es lo mismo que si Jesús te dijera: si quieres seguir mis pasos, debes renunciar a tus planes y seguir los míos, contradecirte en todo y rechazar tu vida para este mundo por completo.

Nos deja claro que no tenemos derechos ni autoridad sobre nosotras. Si queremos seguirlo, quedamos bajo su control sin discusión alguno. Él es quien dicta cuáles son nuestros derechos.

Vivimos reclamando para nosotras, intentando controlarlo todo sin fin. Pero nos olvidamos de que, si queremos seguirle, sí o sí debemos negarnos, renunciar y olvidar lo que a nuestras pasiones les gusta, y guiar nuestra mirada a mantenerse fija en Él. Por supuesto, con pasión y amor.

Ninguna de nosotras dejaría su vida si no encuentra algo mayor, y ahí está el problema. Dios muchas veces no nos parece mayor que nuestra vida, y el costo de seguirle nos parece muy alto. El amor que tenemos por Él no es suficiente para renunciar a todo, porque consideramos más valiosa nuestra propia vida.

Si en alguno momento piensas que quieres morir a ti misma y seguirle, recuerda que primero es necesario conocerle a Él. Pablo experimentó esto, y dijo: “Lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8).

Moisés vio algo que necesitamos apreciar nosotras. Hebreos 11:26 afirma que él tuvo “por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios”. Si le conozco, me voy a enamorar por completo de Él, y mi vida entera será de Él.

Diremos como David: “Fuera de ti nada deseo en la tierra” (Salmo 73:25). Si entiendo que Él es TODO, que es esa perla preciosa que encontró ese mercader, el cual vendió todo por obtenerla (Mateo 13:45,46), mi vida cambiará por completo. Él es nuestro máximo ejemplo de renuncia, a quien imitamos, amamos y seguimos. Filipenses 2:5-8 nos da el gran ejemplo:

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

Jesús se despojó de sus derechos y fue obediente. ¿Y yo? ¿Seré más digno que Él? Amigas, mucho nos falta por aprender de nuestro mayor ejemplo y a quien decimos seguir. No vivimos para luchar por nuestros derechos. Estamos aquí para glorificarle y mostrar a Cristo en nuestra vida, siendo el elemento que guarda Su santidad aquí en la tierra: “Vosotros sois la sal de la tierra”. (Mateo 5:3).

Dios es el sustentador de nuestras vidas y tiene todo el derecho de hacer lo que quiera sin consultarnos. Romanos 11:36, dice: “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas”. Rindamos nuestros derechos a Él, nuestro creador y sustentador. Esa, sin duda, es una decisión prudente.

Verónica Rodas es esposa del pastor Luis Rodas. Madre de Cintia (16) y Zoe (5). Juntos sirven al Señor en Barcelona, España.  Su anhelo es mostrarle a la mujer lo deleitoso y hermoso que es ser discípula de Cristo.

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