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Wendy Bello

Un corazón nuevo

January 31, 2021 By lifewaymujeres Leave a Comment

Un corazón nuevo

Por: Wendy Bello $12.99

Nuestros corazones nacen contaminados por el pecado que heredamos y, por lo tanto, necesitan ser regenerados, hechos nuevos. Eso no es algo que logremos por nuestra propia cuenta. El corazón nuevo es un milagro con la firma de Dios. Este libro explora diferentes declaraciones hechas por Jesús a lo largo de los Evangelios que se relacionan con el tema de un corazón nuevo, partiendo de una premisa: tenemos un corazón muerto que solo Cristo trae a la vida, y luego lo cambia. Su contenido responde a varias preguntas, entre ellas, ¿Cómo es que cambia nuestro corazón? ¿Cómo llega a ser nuevo? ¿Qué es un corazón dividido? ¿Qué es la verdadera fe? ¿Cómo afecta el evangelio mi vida cotidiana? Cada capítulo incluye un resumen breve de los puntos principales así como preguntas para profundizar y reflexionar.

Descarga AQUÍ un extracto GRATIS de Un corazón nuevo

Videos en línea gratuitos:

Video 1 – Un corazón nuevo

Video 2 – El problema del corazón

Video 3 – No puedo limpiar mi corazón

Video 4 – Un corazón nuevo por fe

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SOLO GRACIA

October 17, 2020 By lifewaymujeres Leave a Comment

Por Wendy Bello

Gratis. Esa palabra produce normalmente dos reacciones: entusiasmo y sospecha. La primera porque ¿a quién no le gusta recibir algo gratis? La segunda, porque por lo general pensamos: ¿cuál es la trampa? En mi país usaban un refrán que decía: «Regalado se murió hace rato»; eso es lo que casi siempre pensamos cuando nos dicen que algo es gratis. ¡No es posible, seguro hay condiciones! ¿Algunas letras chiquitas que no hemos leído tal vez? 

Sin embargo, cuando se trata de Dios, todo es diferente. En Efesios 2, Pablo nos presenta una verdad teológica tanto profunda como sencilla, y a menudo difícil de asimilar para muchos, incluso sin darse cuenta. ¿A qué me refiero? …a la salvación. Mira lo que dicen estos versículos: 

«Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (vv. 8-9). 

Ese pasaje revolucionó la vida de Martín Lutero, y luego se convirtió en una de las famosas Solas de la Reforma. La salvación es por gracia, es un regalo. A ti y a mí no nos cuesta nada. ¡Todo le costó a Dios! Se nos otorga sin méritos, no podemos ganárnosla. Esa es la verdad profunda y sencilla de este pasaje. Para Dios nuestra fecha de nacimiento verdadera es el día en recibimos este regalo porque antes de eso, ¡estábamos muertas! (vv. 4 y 6). Ahora vivimos, ¡solo por gracia!

Cuando nuestros hijos eran más pequeños, mi esposo y yo quisimos explicarles los conceptos de gracia y misericordia de manera tal que pudieran comprenderlo según su edad. Esto fue lo que les dijimos: «Misericordia es cuando no recibimos el castigo que realmente merecemos. Gracia es cuando recibimos algo que no merecemos». Créeme que los niños captan muy bien la idea de estos dos conceptos, sobre todo cuando lo mostramos al relacionarnos con ellos en la vida cotidiana. ¡Y lo mismo hace Dios con nosotras!

Todo esto parece muy elemental, pero con los años me he dado cuenta de que muchas veces tratamos nuestra relación con Dios como una especie de canje feudal: yo le doy para que Él me dé algo a cambio. ¡Y por la ventana sale volando la gracia! El amor de Dios y Su salvación son completamente incondicionales e independientes de nuestro comportamiento, mucho menos nuestras obras. Nadie puede ganarse el favor de Dios. Mira el versículo 9, ahora en otra versión:

“La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo” (NTV, énfasis de la autora). 

Tenemos que entender de una vez y por todas que Dios no nos pide nada a cambio, porque no tenemos nada que ofrecer: «Todos nosotros somos como el inmundo, Y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas. Todos nos marchitamos como una hoja, y nuestras iniquidades, como el viento, nos arrastran» (Isaías 64:6). ¡Ni siquiera lo que parece bueno es de valor delante de Dios! Querer ofrecer algo a Dios a cambio de la salvación es querer ponerle un precio a la muerte de Cristo en la cruz, y eso, mi querida lectora, es imposible de pagar. De modo que tenemos que llegar delante de Dios, conscientes de que estamos allí por gracia. Estamos bajo un nuevo pacto que no requiere sacrificios anuales por nuestros pecados, como los que ofrecían los israelitas, porque la deuda fue pagada y saldada por la sangre preciosa de Cristo, el Cordero perfecto. Este es el pacto de la gracia, preparado desde el principio, cuando el pecado entró al mundo y quedamos separados de Dios para siempre. 

¿Sabes cuál es la otra cara de esa moneda? Por haber recibido la gracia de Dios ahora podemos servirle en las obras que Él preparó desde el principio, como indica el versículo 10 de este mismo capítulo: «Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas». No hacemos obras para ganarnos la salvación sino porque somos salvas, para la gloria de Dios, como una muestra de gratitud al Dador de la salvación y un producto de nuestra fe en Él.  

La gracia es también esperanza para el día a día. Cuando volvemos a pecar, cuando sentimos que somos insuficientes y nos parece que la vida cristiana es una misión imposible, ¿qué nos dice el Señor? ¡Qué su gracia es suficiente! (2 Corintios 12:9) Nuestros pecados, debilidades e imperfecciones son un recordatorio constante de que necesitamos de la gracia de Dios, así como el cuerpo necesita del aire. 

Amiga lectora, abraza la gracia de Dios, aférrate a ella, vive en ella. Recuerda que a esta nueva familia llegamos no porque nosotras hiciéramos nada digno, ni porque lo mereciéramos. Él así lo decidió, nos escogió y nos salvó, solo por gracia. Ahora vivimos, libres al fin. Sola gratia.

Wendy Bello es escritora y conferencista. Su deseo es enseñar a las mujeres la importancia de estudiar la palabra de Dios. Escribe para múltiples plataformas y es autora del estudio bíblico “Decisiones que transforman” y “Una Mujer Sabia”. Ha estado casada por 20 años y tiene 2 hijos. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.

Carta a mi yo más joven

August 19, 2020 By lifewaymujeres 4 Comments

Por Wendy Bello

Él y yo… ¡éramos tan jóvenes! Tanto así que era casi imposible que comprendiéramos cómo la vida cambiaría luego de decir «acepto», pero ¿sabes?, hay algo que sí recuerdo muy bien, estábamos emocionados, felices de vivir el momento, sabíamos que Dios nos había unido.

Han pasado 25 años, y no han sido color de rosa, pero la vida nunca lo es. Por la gracia de Dios, y solo así, hemos llegado hasta aquí. Sin embargo, en una ocasión escribí esta carta que, si pudiéramos retroceder en el tiempo, me encantaría poder enviar a la Wendy de aquella tarde de abril, vestida de novia. Hoy, si me permites, quisiera compartirla contigo que tal vez eres una joven esposa, o quizá lo seas algún día. 

Querida W. más joven:

Estás viviendo uno de los días más inolvidables de tu vida, y también de los más importantes. ¡Cómo me alegra verte feliz! ¿Ves que valió la pena esperar? 

El camino que tienes por delante estará lleno de desafíos. Permanecer juntos «en las buenas o en las malas, en riqueza o en pobreza, en salud o enfermedad, y hasta que la muerte los separe», es un reto grande en la vida de cualquier ser humano. Pero no olvides que todo este asunto del matrimonio fue idea de Dios, así que cuando no sepas cómo seguir, Él tiene la respuesta y la fortaleza.

Sé que estás llena de dudas y temores; pero no le creas al enemigo que te susurra que la historia se repetirá. El hecho de que tus padres se hayan divorciado no es una sentencia de divorcio para ustedes también. Cristo hace las cosas diferentes, nuevas. Recuerda lo que Dios ya dijo en Su Palabra, «mi poder se perfecciona en tu debilidad; mi gracia es suficiente; si te falta sabiduría, pídemela…» 

No olvides que estás casándote con un ser humano, pecador, frágil e imperfecto como tú. Ámalo tal y como quisieras que él te amara a ti. El amor cubre multitud de pecados. No olvides que la gracia y la misericordia son imprescindibles en toda buena relación, así Dios se relaciona contigo también. Sé humilde para pedir perdón. El matrimonio no funciona donde prevalece el orgullo. Y sí, esta unión implica trabajo arduo, ¡pero lo verdaderamente valioso nunca se logra sin esfuerzo! No pierdas el tiempo en discusiones tontas de esas que después ni recordarás el motivo. «Ganar» por lo general no es lo mejor si para hacerlo sacrificamos la relación. Una casa dividida contra sí misma, cae. Acalorada dirás cosas que nunca debieron decirse. ¡Pide a Dios que ponga centinela en tu boca! 

Este hombre con quien ahora unes tu vida tiene una gran responsabilidad sobre sus hombros, ser el líder de la familia que están formando. Decide apoyarlo y no ser un estorbo. Esas voces que te dicen que sujetarse a su liderazgo es una marca de debilidad, esas voces pretenden ignorar el diseño original de Dios. ¡No las escuches! Ora por tu esposo cada día, es lo mejor que puedes hacer. Abrázalo a diario, bésalo. Dile cuánto lo admiras. Muéstrale cuánto le amas. Y que tu actitud sea de respeto siempre. Cultiven la amistad porque ese será parte del secreto para seguir amándose en todas las etapas. Que la relación entre los dos tenga prioridad por encima de cualquier otra a nivel humano. 

Sí, en los años que vienen irás cambiando. Vendrán las canas, las marcas de la maternidad, el temor de no saber si están haciendo bien todas las cosas. Pero, tranquila, no están solos porque el Señor ha prometido su presencia… algo así como un cordón de tres dobleces. Pongan a Cristo siempre como fundamento, construyan sobre esa Roca para que la casa esté firme. 

Los hijos, si el Señor se los concede, serán una bendición siempre. No obstante, son un préstamo que Él nos hace, solo por unos años. Cumple tu rol como madre piadosa, instrúyelos en la Palabra, vive el Evangelio en casa. Cuando sea necesario, incluso pídeles perdón, eso les mostrará que tú también necesitas de la gracia de Dios. Sí, te vas a equivocar como esposa, y madre, pero en ninguno de los dos roles Dios espera perfección de tu parte. Cristo es y será tu perfección siempre. 

Así que, disfruta tu día de bodas, y cada uno de los días que el Señor les conceda juntos aquí en la Tierra. Sobre todo, no olvides que, incluso en esto del matrimonio, el fin es que Dios sea glorificado, porque solo Él puede hacer que dos pecadores puedan unirse, llegar a ser uno y vivir así hasta el final. 

Con mucho cariño,

Una Wendy mayor que te escribe muchos años después, y a pesar de las altas y bajas, todo está bien. ¡A Dios sea la gloria!

Wendy Bello es escritora y conferencista. Su deseo es enseñar a las mujeres la importancia de estudiar la palabra de Dios. Escribe para múltiples plataformas y es autora del estudio bíblico “Decisiones que transforman”. Ha estado casada por 20 años y tiene 2 hijos. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.

Una mujer sabia

June 1, 2020 By lifewaymujeres Leave a Comment

Una mujer sabia

Por: Wendy Bello $12.99

¿Quieres tomar buenas decisiones en tu vida? El ingrediente número uno será actuar con sabiduría. Podemos ser inteligentes, pero no sabias. De eso trata justamente “Una mujer sabia”. Basado en principios del libro de Proverbios, aquí encontrarás una herramienta para vivir la vida de la mejor manera, como Dios la diseñó, y poder tomar decisiones sabias en los aspectos prácticos del día a día.  La meta de alcanzar la sabiduría pudiera parecer difícil, pero en este libro descubrirás que con la ayuda de Dios, y la disposición a seguir sus principios, sí puede lograrse.

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Bendito el que viene en el nombre del Señor

April 5, 2020 By lifewaymujeres Leave a Comment

Por Wendy Bello

La mayoría de nuestras biblias cuando llegan al relato de la entrada de Jesús a Jerusalén durante su última Pascua lo titulan «la entrada triunfal». Pareciera paradójico si consideramos todo lo que sucedió unos días después. ¿Por qué triunfal si esa entrada a Jerusalén implicaría un cuadro de muerte y dolor? ¿Será que un mejor título hubiera sido «el camino a la muerte» o algo semejante?  Para entenderlo tenemos que analizar los hechos desde otro ángulo, desde la perspectiva de la historia redentora que nos narra toda la Escritura. 

El arribo de Jesús a Jerusalén coincidía con el comienzo de la semana de la Pascua, una celebración que recordaba la liberación de Israel en Egipto. En aquel entonces Dios les libró del yugo de una pesada esclavitud que había durado varias generaciones. Lo hizo por manos de Moisés. Cuando aquel pueblo cruzó el Mar Rojo para luego ver a sus perseguidores quedar atrapados bajo la enorme masa de agua, quedaron libres de la opresión. Dios había sido fiel una vez más. Él es un Dios que rescata, el Redentor. 

Pero ya sabemos cómo continúa la historia. Aunque quedaron libres de ese yugo, uno más pesado todavía les ataba, el yugo del pecado. La necesidad de rescate seguía presente porque una y otra vez este pueblo amado de Dios fue tras otros dioses. Después de esta liberación milagrosa celebraron muchas otras pascuas más, para recordar lo que Dios había hecho, pero también para recordar que el plan todavía no estaba completo. 

Transcurrieron los años y vieron la llegada de grandes líderes, hombres que les guiaron en momentos difíciles, pero que también cayeron y fallaron. David fue un rey como ninguno, un hombre conforme al corazón de Dios, pero un hombre y, por tanto, tampoco él podía rescatar para siempre a Israel. Ni a nadie más. Porque el pecado requería un sacrificio perfecto, un redentor sin mancha, y él no cumplía los requisitos. Ni él, ni ningún otro. Ni tú, ni yo tampoco. 

Así en altas y bajas, en desobediencia y reconciliación, en pecado y arrepentimiento, en exilio y en regreso, en siglos de silencio, Israel seguía esperando el día en que llegara el «bendito del Señor» que describe Salmos 118:25-26. 

Y por fin llegó. Aquel día que Jesús entró a Jerusalén, aunque ellos no lo sabían, algo más grande que lo que sus ojos contemplaban estaba ocurriendo. Los israelitas en realidad esperaban otro tipo de liberación, la liberación de Roma, una liberación política. Eso explica por qué la misma multitud que lo aclamó, usando justamente las palabras de Salmos 118, luego lo condenó. En su ceguera quedaron decepcionados porque el rey que ellos querían era un conquistador, no un siervo sufriente. Sin embargo, Dios estaba siendo fiel al pacto hecho con Abraham, con Moisés, con David, y ahora sellaría un nuevo pacto, uno que los liberaría para siempre. Pero eso no era lo que los habitantes de Jerusalén tenían en mente. 

Sí, por las calles de aquella ciudad estaba entrando el bendito del Señor, el enviado, pero con una agenda muy diferente. Él venía para cumplir la promesa de Genésis 3:15, el que aplastaría la cabeza de la serpiente. Venía para dar libertad a los cautivos, para vencer a Satanás, para traer de vuelta a casa a los hijos de las naciones de la tierra, tal y como le había dicho a Abraham. Para cumplir la ley que se le dio a Moisés. Para ocupar el trono eterno que se le prometió a la descendencia de David. 

Por eso es una entrada triunfal, lo hizo en un asno joven (pollino), como antes había sido anunciado, porque por fin no habría más necesidad de sacrificios que nos permitieran pagar el precio de nuestro pecado, el pecado sería para siempre derrotado, ¡por fin seríamos libres! Por eso la entrada es triunfal, aunque sepamos que le seguirían el dolor y la muerte. 

Las palabras del profeta Zacarías se cumplieron en aquel momento y hoy resuenan en nuestros oídos:

«¡Alégrate mucho, hija de Sión!

¡Grita de alegría, hija de Jerusalén!

Mira, tu rey viene hacia ti, justo, Salvador y humilde.

Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna.» (Zacarías 9:9) 

Tenemos motivo para regocijarnos porque el Rey vino, vino a nosotros. No le importó la humillación, hacerse hombre, sufrir, morir. El Rey vino para darnos salvación. ¡El Rey triunfó y por Su triunfo ahora tenemos la esperanza de un día estar junto a Él para siempre! Nosotras podemos gritar con todas nuestras fuerzas: Bendito el que viene en el nombre del Señor. Desde la casa del Señor los bendecimos (Salmos 118:26).

Wendy Bello es escritora y conferencista. Su deseo es enseñar a las mujeres la importancia de estudiar la Palabra de Dios. Escribe para múltiples plataformas y es autora de varios libros, entre ellos el estudio bíblico “Decisiones que transforman.” Ha estado casada por más de 20 años y tiene 2 hijos. Puedes seguirla en Facebook, Twitter y en su Blog.

Madres a la luz de la Biblia

March 25, 2020 By lifewaymujeres Leave a Comment

Por Wendy Bello

Es muy probable que conozcas la historia de Ana, aquella mujer que anhelaba un hijo más que nada en la vida y había sufrido mucho por no tenerlo. (En 1 de Samuel capítulos 1 y 2 encuentras este relato). Luego de años de oración, Dios le concedió su petición. ¡Era un milagro! Y, aunque eso ya grandioso, algo en esta historia no deja de asombrarme. Ana decidió entregar, dedicar su hijo a Dios. 

«Por este niño oraba, y el Señor me ha concedido la petición que le hice. Por lo cual yo también lo he dedicado al Señor. Todos los días de su vida estará dedicado al Señor…» (1 Samuel 1:27-28)

¿Cómo fue posible? ¿Te imaginas? Debe haber sido una decisión difícil, dolorosa. En nuestro contexto las cosas son diferentes porque no llevamos nuestros hijos a los templos para que los pastores los críen. Pero algo en la decisión de Ana puede aplicarse a cualquier mamá. Ella le dedicó su hijo a Dios.

Hubo otra madre en la Biblia con una historia similar. Te hablo de María, la madre de Jesús. Ella entendió que los hijos son un préstamo y que no los criamos para nosotros sino para Dios. 

Comprendió que al criar a Jesús tenía que hacerlo sin pretensiones de tener un hijo para siempre. Algún día Él se iría de casa. Comenzaría a cumplir la misión para la cual estaba puesto en la Tierra. ¿Cuántas veces tendría que recordarse a sí misma que, aunque este hijo estuvo en su vientre, no le pertenecía? No lo sé, pero estoy segura que en su mente quedó grabado aquel día cuando Jesús le recordó cuál era Su prioridad: 

«Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?» (Lucas 2:49). 

Es lo mismo con nosotras. Dios nos da la responsabilidad de criar a estas criaturas para las cuales Él ya tiene un plan (Salmos 139:13). Nosotros solo somos un vehículo, un instrumento que Él usará como parte de ese plan.  

Y sí, puede que en teoría lo entendamos, pero no es lo que muchas veces reflejamos en la práctica. En ocasiones los criamos para ver realizados en ellos los sueños que no pudimos cumplir. La alumna súper involucrada en la escuela. La bailarina que no fuimos. El futbolista admirado. El médico brillante… Y se nos olvida que ahora se trata de formar a una nueva persona que vivirá sus propias experiencias, que tendrá sus propios sueños pero, sobre todo, que su meta no es completarnos a nosotras ni cumplir nuestras agendas, sino el plan de Dios.  

¿Cuál es nuestro rol entonces como madres que anhelan servir a Dios y glorificarle en esto también? Creo que debemos prepararlos para que desde pequeños sepan que hay algo más que un título universitario; algo más que una familia exitosa o una casa grande, ¡mucho más que una placa a la entrada de la oficina! ¡Sí, hay algo más! Los negocios de nuestro Padre. Fue en esos en los que vivió Samuel, el anhelado hijo de Ana, y también en los que se involucró Jesús. Tú y yo como madre tenemos la responsabilidad de instruirles en esa verdad. 

Tenemos la responsabilidad de enseñarles la Palabra de Dios. ¿Recuerdas a la mamá y la abuela de Timoteo? Estas mujeres fueron fieles en desempeñar ese rol. Instruir a nuestros hijos en el Evangelio tiene que ser más importante que ver televisión, que dejar toda la casa limpia antes de irnos a dormir o pasar rato en las redes sociales. Igual que programamos otras actividades en nuestra agenda, programemos tiempo para enseñarles, para impregnar sus mentes y corazones de la verdad de la Palabra.

Debemos recordar que no hay nada que nosotras podamos hacer por ellos que sea más de lo que Dios mismo puede hacer. No hay palabras, ni sermones, ni disciplina, ni nada que pueda cambiar el corazón de una persona, eso solo lo logra Cristo mediante la acción del Espíritu Santo. ¿Qué podemos hacer entonces? Orar para que Dios se revele a sus vidas, para que sus ojos sean abiertos a la verdad del evangelio, a su necesidad de salvación. Amiga lectora, el hecho de que nosotras amemos a Dios y tengamos un hogar cristiano es un buen catalizador, pero no obra la salvación de nuestros hijos. Eso es algo que está fuera de nuestro control. Necesitamos orar incansablemente para que en sus vidas ocurra el milagro de venir de muerte a vida en Jesús. 

Estamos viviendo tiempos convulsos, desafiantes, pero nuestro rol no ha cambiado, ni tampoco nuestro llamado. Si el Señor nos regala la bendición de criar hijos, hagámoslo a la luz de la Biblia. 

(Parte de este artículo fue tomada del libro «Decisiones que transforman», publicado por Lifeway Mujeres y B&H Español.)

Wendy Bello es escritora y conferencista. Su deseo es enseñar a las mujeres la importancia de estudiar la Palabra de Dios. Escribe para múltiples plataformas y es autora de varios libros, entre ellos el estudio bíblico “Decisiones que transforman.” Ha estado casada por más de 20 años y tiene 2 hijos. Puedes seguirla en Facebook, Twitter y en su Blog.

Tú dejaste Tu trono y corona por mí.

December 25, 2019 By lifewaymujeres Leave a Comment

Por Wendy Bello.

La música navideña ocupa un lugar especial en mi corazón. Quizá porque me trae recuerdos de la infancia, de mis abuelos y su casa, la iglesia en la que crecí y a la que, en aquel momento, tenía que ir a escondidas… una historia para otro momento. En fin, pensando en los himnos y villancicos de Navidad me vino este a la mente, uno de mis favoritos siempre. 

Tú dejaste tu trono y corona por mí

al venir a Belén a nacer.

Mas a ti no fue dado el entrar al mesón,

y en pesebre te hicieron nacer. 

Cuando lo escribió, la autora Emily Elliott quiso hacer más claro el significado de la Navidad y el advenimiento de Jesús para los niños de la parroquia de su padre en Brighton, Inglaterra, en el siglo XIX. Creo que no solo lo logró para los niños sino para nosotros también. Piensa cuántas cosas acerca de la primera Navidad se encierran en esa estrofa.

A nivel intelectual entendemos el hecho de que Jesús dejó su estatus celestial y vino a la tierra, pero ¿te has puesto a pensar en lo que implica? Demos alas a la imaginación por un momento. 

Imagina que vives en un gran palacio, eres la reina y gozas de todos los privilegios que tu título te concede. Te rodea una belleza sin igual, todo evoca un aire de perfección. El oro y la plata son tan normales para ti como el aire que respiramos. No necesitas preocuparte por nada porque todas tus necesidades están cubiertas y con solo abrir la boca, alguien está presto a hacer realidad tus deseos… ¡qué maravilla! 

Sin embargo, de pronto un día las cosas cambian y tienes que dejar todo eso a un lado. Ahora te toca vivir con gente común y corriente. Tendrás que comer lo que esté disponible, no más cenas gourmet ni platos hechos a pedir de boca. Tu ropero consiste en un par de vestidos sin color alguno, medio gastados y sin atractivo. Además, tienes que trabajar hasta el agotamiento. A la hora de dormir, nada de colchones cómodos, ni almohadones ni edredones de plumas. Una cama dura, en una habitación compartida. Te tocó dejar tu trono. 

Eso fue lo que le sucedió a Jesús, pero a una escala mucho mayor. No creo que nuestra mente finita lo pueda entender jamás. A un lado quedó su corona de oro, la próxima vez que llevara una corona sería de espinas, enterradas en su piel. No más vestiduras de lino fino, para nacer lo envolverían en pañales simples, nada de bordados en plata ni encajes preciosos. Para su llegada ni siquiera hubo un cuarto pequeño disponible en algún mesón del pueblo. Su primera habitación sería un establo maloliente. Por séquito real tendría unos pastores asombrados y curiosos; ovejas, quizá burros, algunos caballos, que no le pertenecían… simplemente él compartiría con ellos el espacio. 

Además, nació en el lugar menos relevante, un pueblito pequeño sin fanfarria ni atracciones turísticas ninguna. Claro, no por casualidad. Así se cumplía una profecía hecha siete siglos antes: Jesús nacería en Belén.

 “Pero tú, oh Belén Efrata, eres solo una pequeña aldea entre todo el pueblo de Judá. No obstante, en mi nombre, saldrá de ti un gobernante para Israel, cuyos orígenes vienen desde la eternidad.” (Miqueas 5:2).

Todo eso lo vivió Cristo para que hoy podamos celebrar el evento más grande de la historia, Dios hecho hombre. Él dejó su trono y su corona por ti y por mí. Por eso celebramos la Navidad. ¿Y sabes? La realidad es que no importa el día del año. Lo importante es que Cristo nació, ¡cómo no festejarlo! 

El himno termina diciendo. 

Alabanzas sublimes los cielos darán

cuando vengas glorioso de allí,

y tu voz entre nubes dirá: “Ven a mí,

que a mi lado hay lugar para ti”.

¡Qué diferente será la segunda venida! Él regresará por los suyos. Cuando vino a nuestro mundo, no hubo lugar para el Rey; pero por su sacrificio perfecto, Él ha hecho lugar para nosotros. ¡Un día estaremos disfrutando de su reino para siempre! Entre tanto, y mientras celebramos este tiempo hermoso, no perdamos de vista lo más importante: el Rey dejó su trono y corona por ti y por mí, eso es la Navidad.

Wendy Bello es escritora y conferencista. Su deseo es enseñar a las mujeres la importancia de estudiar la Palabra de Dios. Escribe para múltiples plataformas y es autora de varios libros, entre ellos el estudio bíblico “Decisiones que transforman.” Ha estado casada por más de 20 años y tiene 2 hijos. Puedes seguirla en Facebook, Twitter y en su Blog.

¿Soy una mujer agradecida?

November 20, 2019 By lifewaymujeres 4 Comments

Siempre me han gustado los buenos modales, la cortesía ¡y la gente cortés! Creo que es uno de esos valores que se están borrando, lamentablemente. Parte de la cortesía es dar gracias a las personas por abrirnos una puerta, hacernos un favor, entregarnos un regalo, cedernos el paso, etc. Ese es un ángulo de la gratitud, pero en realidad, gratitud es mucho más que un acto de cortesía o de buenos modales.  La gratitud es un tema del corazón.

Hace ya unos años que Dios hizo una revolución de gratitud en mi vida. Déjame contarte. Nunca me resultó difícil practicar el dar gracias como algo social y cortés. Mis padres y abuelos me lo inculcaron desde muy pequeña. Sin embargo, no vivía con un corazón agradecido. ¡Esa es la gran diferencia! El Señor usó un libro para revelarme mi carencia, mi pecado al no vivir agradecida. ¡Y me llevó por todo un recorrido en la Biblia relacionado con el tema! Me hizo «descubrir» qué importante es para Él la gratitud de su pueblo y lo que realmente significa vivir de esa manera. Me cambió para siempre.

¿Sabes? Antes de eso me resultaba muy fácil ver lo que me faltaba, comparar mi vida con la de otras personas y quejarme sin medida. Las tres cosas son una afrenta para Dios. Las tres cosas nos hacen olvidar que en realidad no hemos hecho nada para merecer lo que tenemos. Si lo creemos de otro modo, hemos sido engañadas por el pecado del orgullo y la vanidad.

Cuando nos enfocamos en lo que nos falta, no agradecemos lo que ya tenemos. Y eso da lugar a la queja. Dios detesta la queja, míralo en Números 11:1. Cuando comparamos nuestra vida con la de otra persona perdemos el gozo y damos lugar a que surja la envidia. Desde el principio Dios nos dijo que no codiciáramos lo de otros. 

Así que, estudiando el tema, en Salmos 50:23 encontré un pasaje que abrió mis ojos a la importancia de vivir agradecidas.

«El que ofrece sacrificio de acción de gracias me honra» (LBLA).

«Quien me ofrece su gratitud, me honra» (NVI).

La gratitud de nuestro corazón honra a Dios, ¿por qué? Porque reconoce su bondad, reconoce su misericordia, su gracia, su fidelidad, su amor inagotable. No podemos decir que amamos a Dios y no vivir agradecidas. Ambas cosas van de la mano. ¡Cuánto le agradezco al Señor que me enseñara esta verdad en su propia Palabra!

Entendí que había dejado que la ingratitud se arraigara en mi corazón y perdí de vista que Dios había sido, y es, extremadamente bueno. La lista podía comenzar por el regalo de una salvación inmerecida, el poder respirar, caminar, ver, tener familia, amigos, ¡y tanto más! También aprendí que vivir así alegra el corazón porque no se puede vivir agradecido y a la vez estar constantemente amargado o triste.  

Además, Dios usó 1 Tesalonicenses 5:18 para mostrarme que la gratitud no solo le honra, sino que es un mandato suyo para nuestras vidas:

«Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús» (NTV).

Así que ya no tenía opción, no podía elegir entre ser agradecida o no. Si realmente quiero obedecer al Padre, entonces vivir agradecida es parte de mi obediencia.

Pero, como todas las cosas, esto no ocurre de la noche a la mañana. Primero le pedí perdón al Señor por el pecado de mi ingratitud y por no reconocer su bondad inmerecida. Y, además, le pedí que creara en mí un nuevo corazón, un corazón agradecido, y que me enseñara a cultivarlo. No creas que ya logré la meta, el proceso continúa. 

Fue así como comencé a llevar un «diario de gratitud», a contar bendiciones; no importa cuán grande o pequeño sea, todo es un regalo de Dios (Santiago 1:17).  No es nada complicado, simplemente anotar aquellas cosas por las que podemos dar gracias a Dios, cada día o siempre que puedas, de modo que se convierten en un testimonio de la fidelidad de Dios y aprendemos a reconocer su bondad… ¡a vivir agradecidas!

Mi querida lectora, estamos en noviembre, mes que tradicionalmente dedicamos a este tema. ¿Te ha hablado Dios a través de este mensaje? ¿Estás viviendo agradecida o estás atrapada en el pozo de la ingratitud? ¡Hoy puedes, de la mano del Señor, comenzar a vivir diferente! Y comenzar a honrar a Dios siendo una mujer agradecida. Motivos nos sobran, Cristo es el primero.

Wendy Bello es bloguera y conferencista. Su deseo es enseñar a las mujeres la importancia de estudiar la palabra de Dios. Escribe para multiples plataformas y es autora del estudio bíblico “Decisiones que transforman”. Ha estado casada por 20 años y tiene 2 hijos. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.

Tenemos Que Memorizar.

September 25, 2019 By lifewaymujeres Leave a Comment

Por Wendy Bello

Sucedió hace algunos años. Manejaba para recoger a mis hijos de la escuela mientras escuchaba la radio. Terminó la canción y el presentador dijo un versículo bíblico, luego comentó que ese era el versículo de la semana, para todo el que quisiera memorizarlo. Entonces pensé, ¿Cuándo fue la última vez que memoricé un versículo bíblico? Y no hablo de los que quizá enseñamos a nuestros hijos, o los que repetimos porque los aprendimos de niñas en la Escuela Dominical. Me refiero a aprendernos con regularidad un versículo bíblico nuevo. ¿Cuándo fue la última vez? ¿Y por qué esto de memorizar la Biblia? ¿Qué valor tiene? ¡Mucho! 

Vamos a descubrir algunas razones en la misma Palabra de Dios. 

Dios lo manda. «Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades» (Deuteronomio 6:6-9).  Dios sabe que nosotros los humanos tenemos mala memoria, olvidamos todo muy rápido. Así que, para que Su verdad se grabe en nuestra mente, es necesario repetirla, una y otra vez, tanto así que llegue a convertirse en parte de nuestro pensamiento.

Hará que hablemos lo que agrada a Dios. ¿Qué fue lo que enseñó Jesús? «…de la abundancia del corazón, habla la boca» (Mateo 12:34). Si nuestro corazón está lleno de su Palabra, será de lo que hablaremos. Tenemos que escoger muy bien de qué llenamos nuestra mente para que lo que salga de nuestra boca dé gloria a Dios.

Tendremos un arma eficaz para la batalla espiritual. “Tomen… la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17). Cuando Jesús fue tentado por el diablo en el desierto no buscó la ayuda de su familia, ni salió a preguntar a los vecinos o a los amigos qué hacer (si fuera en esta época, tampoco hubiera buscado en Internet). Él usó la mejor arma de todas, la Palabra de Dios, que es la verdad que acalla toda mentira del enemigo.

Será nuestra fuente de ánimo para los momentos de desánimo, desilusión, tristeza. ¿Por qué? Porque es la Palabra de Dios, ahí está impreso quién es Él, cómo actúa, qué ha prometido. Cuando estamos pasando por circunstancias difíciles, Su Palabra es un recordatorio de todas esas cosas, algo a lo que nos podemos aferrar. «Tú eres mi escondite y mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza» (Salmos 119:114). 

Estoy segura de que podemos enumerar muchas otras razones para memorizar la Palabra de Dios, pero lo dejo para que tu pienses en algunas, las añadas a esta lista y las compartas con nosotros, o simplemente las anotes en tu corazón.

El asunto es que necesitamos tanto de la Palabra de Dios como del aire. Estamos viviendo tiempos difíciles donde abundan todo tipo de enseñanzas, criterios y opiniones. Si seguimos a Cristo, la Palabra tiene que continuar siendo nuestra guía, el tamiz por el cual pasemos todo pensamiento e idea. 

El autor del Salmo 119, el salmo que por excelencia exalta el valor de la palabra de Dios, comprendió todo esto a tal punto que mira lo que dice casi al final de este: «Me regocijo en tu palabra,

como quien halla un gran botín» (v. 162, LBLA). 

¿Realmente es la Palabra de Dios un tesoro para ti y para mí? ¿Qué tal si comenzamos memorizando este versículo esta semana? «Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar» (Salmos 119:165).

Wendy Bello es bloguera y conferencista. Su deseo es enseñar a las mujeres la importancia de estudiar la palabra de Dios. Escribe para multiples plataformas y es autora del estudio bíblico “Decisiones que transforman”. Ha estado casada por 20 años y tiene 2 hijos. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.

Y si no quiero leer la Biblia.

September 4, 2019 By lifewaymujeres 2 Comments

Por Wendy Bello.

Estoy convencida que en mi familia hay algún gen que codifica «no gusto por la leche». A mi mamá no le gusta, mi abuela me contó que un día la descubrió echando la leche por el tragante del agua. Para mí ha sido siempre como una medicina, tomarla de una vez y sin parar. Y en el caso de mis hijos es parecido. 

Cuando mi hija era bebé tomaba mucha leche, pero en cuanto dejó el biberón, perdió su interés en ella. Con el varón, ni con biberón ni sin biberón. La leche nunca figuró entre sus alimentos predilectos, excepto una a la que él llamaba «la leche de los ositos», no porque fuera de osa sino por el dibujo en el envase, y que en realidad era una fórmula reforzada con vitaminas y minerales. No obstante, en los últimos tiempos eso ha cambiado un poco. A veces me sorprendo cuando lo encuentro en la cocina preparándose un vaso de leche con chocolate. ¡Quién lo diría!  

Y todo esto vino a mi mente un día mientras leía un pasaje de la primera carta de Pedro que dice así: 

«…desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis probado la benignidad del Señor» (1 Pedro 2:2-3). 

La palabra de la que habla el pasaje es la Palabra de Dios, y al leerlo pensé en cuánto deseo yo en las mañanas no tanto la leche, sino el café.

Cada día cuando me levanto casi que por inercia llego a la cocina, directo a la cafetera y preparo mi taza de café, luego le añado un poquito de crema. Es una rutina que ansío y repito diariamente. Cuando me falta, ¡me paso todo el día pensando en mi taza de café! Sí, ya sé… ¡es por la cafeína!

Pero eso me llevó a pensar más allá. ¿Cómo cambiaría la vida si cada mañana me levantara con esas mismas ansias por la «leche pura de la palabra»? Hay días en los que resulta muy fácil, ¿no es cierto? Nos levantamos dispuestas a pasar un tiempo a solas leyendo la Palabra. Otros, no tanto. Incluso hay otros en que sí estamos dispuestas, pero en el momento en que nos sentamos a leer la Biblia, algo sucede: suena el teléfono, un niño nos llama, recordamos algo «muy importante» que tenemos que hacer, aparece una notificación en el celular, etc. 

La lectura de la Biblia siempre tiene competencia. El enemigo de nuestras almas sabe que mientras más conozcamos la Palabra, mejor conoceremos a Dios y más difícil le resultará engañarnos o distraernos. La Biblia dice que la Palabra de Dios es como una espada. Es una arma a nuestro favor.

Te confieso que, luego de probar un montón de estrategias humanas diferentes, solo una me ha dado resultado para «ansiar la leche pura de la palabra». ¿Cuál? Pedírselo a Dios mismo. La lectura es una de las cosas que más disfruto, pero por mucho tiempo en mi vida luché para leer la Palabra de Dios. No había entendido que, así como no puedo vivir sin aire, no puedo caminar con Cristo sin Su Palabra. Gracias al Señor que me lo hizo ver y entonces comencé a orar; le pedí que me diera el deseo genuino de leerla, de amarla; que cada vez que la tomara en mis manos mis ojos fueran abiertos a sus maravillas, tal y como nos dice el salmista en Salmos 119:18. 

Dios es fiel a sus promesas y Él ha prometido que, si pedimos algo conforme a su voluntad, nos va a responder. Y, por supuesto, es su voluntad que lleguemos a conocerlo por medio de su Palabra. De manera que el Señor respondió a la petición de alguien que por años había batallado con el deseo de sentir ansias por esa leche.

No quiero que te lleves la idea equivocada, no soy súper espiritual. Ha habido días en que no he leído nada porque las horas se fueron y el tiempo se me escapó. Lo que sí cambió Dios en mi corazón fue mi manera de ver su Palabra. Ya no es una carga, ahora es un deleite. ¡Anhelo ser una mujer de la Palabra! También he entendido que en esos momentos en que menos deseo leerla es cuando más lo necesito, y ahí entran la disciplina y la obediencia.  

Sí, todavía lucho con las interrupciones aún hay momentos en los que ansío más mi taza de café…pero Dios es bueno, y con mucha paciencia enfoca mi corazón en lo que realmente satisface mi alma y, como dice el versículo que mencioné al principio, me hace crecer para salvación.

Te propongo un desafío si tienes esa misma lucha, pídele a Dios que ponga en ti las ansias por su Palabra. Pídeselo cada día. Y haz tu parte, abre tu Biblia y deja que el Espíritu de Dios, quien la inspiró, transforme tu corazón con esta Palabra que es viva y eficaz. Nunca te arrepentirás de esa decisión.

Wendy Bello es bloguera y conferencista. Su deseo es enseñar a las mujeres la importancia de estudiar la palabra de Dios. Escribe para multiples plataformas y es autora del estudio bíblico “Decisiones que transforman”. Ha estado casada por 20 años y tiene 2 hijos. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.

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