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[Pasaje devocional: Salmo 3]

Con mi voz clamé a Jehová, y Él me respondió desde su monte santo. (Salmo 3:4)

Hay miles de bendiciones que se han quedado almacenadas en el cielo porque no se han reclamado. Ahí están, esperando que un hijo de Dios se atreva a presentar su clamor por ellas.

Un día escuché que mis hijas querían una bicicleta. Hice los arreglos y la adquirí sin que ellas lo supieran. Esperé a que se me acercaran y expresaran su deseo. Se demoraron en hacerme saber su petición, pero después de varias semanas una de ellas me insinuó lo que habían estado hablando y me preguntó si era posible tener una bicicleta.

Para sorpresa de ellas, de inmediato busqué la bicicleta y les hice saber que solo estaba esperando que me lo dijeran. ¿No tendrá el Señor algunas “bicicletas” que hemos deseado, pero que nunca se las hemos pedido?

Clame, habrá respuesta, no lo dude. Nuestro Padre celestial está atento al clamor de sus hijos. La experiencia del salmista también puede ser la nuestra. Solo tenemos que clamar. Jesús nos dejó la lección: Pedid. Todas sus enseñanzas nos dicen que habrá respuesta ante el clamor de un discípulo de Él.

Padre, gracias porque tu oído siempre está atento a nuestro clamor y siempre habrá respuesta.

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