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Por Wendy Marín Ortiz

En días de cuarentena una de las preguntas que pudiéramos hacernos es ¿qué pasará? Quienes sufren por la pérdida de un ser querido, por el desempleo, por la ansiedad, por la tensión, por la desesperanza, entre muchas otras razones viven hoy en incertidumbre. 

Al meditar en esta situación y en los que de una manera u otra hemos sido afectados recordé dos de los muchos eventos de tensión registrados en las Escrituras. Estas historias reales me sorprenden:

1. Los tres amigos de Daniel ante la sentencia de ser lanzados a un horno ardiendo en fuego. (Daniel 3)

2. Jesús en el monte de los Olivos ante su sentencia de cruz.

Los tres muchachos hebreos, Ananías, Misael y Azarías o también conocidos como Sadrac, Mesac y Abednego eran devotos de nuestro Dios. Vivían como extranjeros en Babilonia. Trabajaban para este gobierno pagano como parte del grupo de sabios que asesoraban al rey. Desde el día uno cuando fueron reclutados por el gobierno babilónico enfrentaron luchas constantes por su devoción al único Dios verdadero.

  • Durante su entrenamiento, se negaron a consumir la comida sacrificada a ídolos, en cambio comieron legumbres durante un período de tiempo. Daniel 1:11-13
  • Estuvieron en peligro de muerte junto con los demás sabios de Babilonia cuando el rey Nabucodonosor no encontraba quién le dijera qué era lo que había soñado y cuál era el significado de su sueño. Daniel 2:12-13
  • Y ahora están siendo obligados a adorar y postrarse ante una estatua de oro que el rey ordenó construir.

Ante la resistencia del trío de jóvenes a este último capricho del rey, se metieron en graves problemas. Un horno de fuego les esperaba. Sin embargo, la posibilidad de un futuro desastroso no les hizo flaquear.  

Sadrac, Mesac y Abednego le respondieron a Nabucodonosor:

—¡No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero, aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua. Daniel 3: 16-17

¡Pero qué respuesta! Este es uno de mis pasajes favoritos. Los muchachos estaban seguros de Dios podía librarlos de esta mortal sentencia. También reconocían que adoraban a un Dios SOBERANO que también podía decidir no librarlos, pero aún así estaban firmes en que su adoración no sería a nadie más.

Por otro lado, tenemos a nuestro Señor Jesucristo también extranjero en esta tierra. Muchas veces fue blanco de persecución e intrigas por parte de los mismos religiosos de la época.

  • Le hacían preguntas para tratar de hacerle caer. –  Mateo 22 (Preguntas acerca de los impuestos y argumentos acerca de la resurrección)
  • Lo acusaban por que sanaba en sábado. – Marcos 3, Lucas 13, Juan 5
  • Sanó y perdonó pecados. – Marcos 2

Y cuando le llegó la hora y las profecías de Su muerte y postrer resurrección estaban a punto de cumplirse estaba allí en el monte de los Olivos. Jesús, contrario a los tres amigos de Daniel, El sí sabía cual era Su futuro. Estaba orando al Señor frente a la gran adversidad que se avecinaba. No obstante, su respuesta ante esta calamidad es sorprendente:

«Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya». Lucas 22:42

Los tres muchachos no sabían cuál era su futuro y aún así no sucumbieron ante los deseos de este imperio opresor. Mas bien descansaron en la voluntad soberana de Dios. 

Jesús estaba muy claro acerca de lo que le esperaba y también se sometió a la voluntad del Padre.

Nosotras tal vez estamos como los tres muchachos, no sabemos qué pasará, si la enfermedad se irá, si el trabajo regresará, si perderemos la casa o a un ser querido. ¡No lo sabemos! Pidámosle al Señor una fe y descanso en Su soberanía como la de estos jóvenes. 

Confiemos en ese Cristo de los Olivos que sí sabe lo que ocurrirá y que caminó por Su sufrimiento y caminará con nosotras durante el nuestro.

Pero si la fe no nos da…si finalmente sucumbimos, que sucumbamos cayendo a los pies del Maestro en dónde el sudor como gotas de sangre fue derramado aquella madrugada justo antes de entregarse para pagar nuestro rescate.

Wendy Marín Ortiz es la Coordinadora de Lifeway Mujeres, pecadora redimida, esposa de Oscar, madre de Owen y Marina. Le apasiona conocer el carácter de Dios y encontrar a Cristo a través de toda la Escritura. Su anhelo es que cada mujer tenga esta misma pasión.

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