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Por Liliana González de Benítez

Cuando Jesucristo estaba siendo sacrificado, de acuerdo con el plan y la voluntad de Dios, dice la Biblia que Su madre se encontraba al pie de la cruz. Ni siquiera su corazón sangrante la hizo abandonar la cruel escena del Calvario. María permaneció cerca del fruto de su vientre hasta que dio su último suspiro. 

Treinta y tres años antes de estos acontecimientos, Simeón, guiado por el Espíritu Santo, le profetizó a María: Este Niño ha sido puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, y una espada traspasará aun tu propia alma, a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones (Lucas 2:34-35, NBLA). 

María guardó el presagio en su corazón. No se quejó ni el miedo la paralizó. Fortalecida en el perfecto amor de Dios, cumplió con fidelidad la tarea que le fue encomendada. Ella llevó al Verbo hecho carne en sus entrañas, le dio a luz con dolor, lo alimentó con sus pechos, calmó sus cólicos nocturnos, vio brotar su primer diente, le enseñó a hablar y a dar sus primeros pasos, y se deleitó grandemente al verlo crecer en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres (Lucas 2:52).

Ese Hijo a quien ella adoraba era Emmanuel, su Salvador prometido (Mateo 1:23). Pues María —como cualquiera de nosotras— fue una pecadora salvada por la gracia de un Dios maravilloso. Aquel día en el Gólgota, Jesús entregó Su vida para lavar con Su santísima sangre los pecados de Su madre y de la gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación que habrían de creer en Él (Apocalipsis 5:9). Sin la sangre expiatoria de Cristo derramada en la cruz, ni María ni nosotras tendríamos entrada al cielo: Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios (Romanos 3:23). 

Cuando María vio a su Señor y Salvador humillarse a sí mismo para morir como lo hacían los malhechores, debió percibir que se cumplía la profecía de Simeón: una espada traspasaba su alma. La misma espada que quebranta y humilla nuestros corazones cuando llegamos a reconocer —por la gracia de Dios— que fueron nuestras miserias y pecados los que clavaron a Cristo en la cruz. Él mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por Sus heridas fueron ustedes sanados (1 Pedro 2:24).

En el umbral de la muerte, a punto de entregar el espíritu, Jesús vio a Su madre al pie del madero junto a Juan, el discípulo a quien amaba, y le dijo con ternura inefable: «¡Mujer, ahí está tu hijo!» Después dijo al discípulo: «¡Ahí está tu madre!». Y a partir de ese momento el discípulo la recibió en su propia casa (Juan 19:26-27). 

Aun en aquella hora, cuando Dios estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo (2 Corintios 5:19), pensó en las necesidades terrenales de Su madre y se aseguró de proveerle un hogar y el cuidado de un fiel amigo. Cristo honró a Su mamá hasta el final de Su vida. ¡Qué gran lección para nosotras! Es de destacar que aquella oscura tarde en el Calvario, Jesús no solo le proveyó a ella una casa temporal en este mundo, Él se dio a sí mismo para proveerle un hogar eterno en el cielo (Juan 14:2). 

María fue dichosa porque halló gracia delante de Dios. Nosotras, las mujeres que hemos nacido del Espíritu de Dios y obedecemos Su Palabra, también somos dichosas (Lucas 11:27-28). Tú y yo —al igual que María— fuimos elegidas para salvación. No porque lo merecemos, sino por Su gracia e infinita misericordia. Con el alma rebosante de gratitud, unámonos al sublime canto de la madre de Jesús: «Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva; pues desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada (Lucas 1:46-48). 

Liliana González de Benítez es escritora y columnista cristiana. Su mayor gozo es proclamar la Palabra de Dios. Dirige el estudio bíblico de las mujeres en su iglesia y es autora del libro Dolorosa Bendición. Nacida en Venezuela. Vive en los Estados Unidos con su esposo y su hija. Puedes seguirla en sus redes sociales: Facebook, Instagram y en su blog.

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