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Por Karla de Fernández

Desde el inicio, la Biblia enfatiza al Creador antes que a la creación: En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Gén.1:1). Así mismo, cuando Él entregó al pueblo Su ley, la Escritura resalta: Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre (Éx. 20:1-2). Es interesante notar que, antes de que Dios procediera a entregar sus Diez palabras (título en hebreo) o Diez mandamientos, le recuerda a Su pueblo Su amor y Su fidelidad. Luego cita el primero de Sus mandamientos relacionado a Su exclusividad como Dios. La razón es manifiesta: Dios desea que Su pueblo entienda que Él es prioridad sobre todas las cosas.*

Podemos pensar que Dios sí es la prioridad en nuestra vida porque somos creyentes. Pero, a lo largo de la Escritura, y de nuestra vida también, podemos notar que la realidad es que Dios no ha sido la prioridad por ciertos períodos de nuestro paso por esta tierra, o bien, no lo ha sido en circunstancias específicas.

Cuando Dios no es nuestra prioridad, entonces alguien más o algo lo será. Prioridad podemos compararla con amar, es decir, si amo a Dios por sobre todo lo demás, Él será mi prioridad. No quiere decir que entonces deberemos dejar de amar todo lo que Él ha creado; lo que quiere decir es que debemos tener un orden correcto de nuestras prioridades y, por consiguiente, nuestro amor. 

Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante:  Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt. 22:37).

Nuestra prioridad es amar a Dios y después su creación; es decir, a nuestro prójimo y aun la creación que en Su gracia común nos ha dado para deleitarnos y reconocer Su gloria en ella. Es necesario recordar que por causa de la caída y del pecado en nosotras, nuestro amor por Dios ha sido manchado, no lo amamos perfectamente; de hecho, nos resistimos a amarlo hasta que Él nos atrae a Él y regenera nuestro corazón. Es ahí donde comienza una restauración de ese amor que no debió cambiar nunca, y por eso es que ahora, concienzudamente es que podemos buscarlo y amarlo cada día, porque somos nuevas criaturas, tenemos un nuevo corazón (2 Co. 5:17).

Un corazón desviado

Como Juan Calvino dijo alguna vez: “Nuestro corazón es una fábrica de ídolos”; cuando dejamos de amar a Dios como deberíamos amarlo, entonces buscaremos algo o alguien más a quien podamos amar, y de quienes podamos obtener seguridad o tranquilidad. Algo o alguien más que nos ofrezca de manera imperfecta y raquítica lo que solo podemos encontrar en Dios. 

Por causa del pecado, nos desviamos en nuestro amor a Dios y comenzamos a amar más a Su creación (Ro. 1:25).  Esto, aunque podría suceder de manera imperceptible, puede ser muy peligroso porque, como lo vemos a lo largo de la historia de la Biblia, podríamos alejarnos de nuestro amor por Dios; y, por consiguiente, dejaremos de adorarle por completo para darle adoración a la creación. 

Tú y yo podemos estar en este momento amando más a la creación que a Dios mismo y quizá no nos hemos dado cuenta. Solemos ignorar las alertas pequeñas porque no tenemos un becerro de oro en nuestro jardín, pero, no solo existen las manifestaciones visibles de amor y adoración a lo creado, puesto que todo comienza desde dentro, desde nuestro corazón, podrá ser invisible a nuestros ojos. 

Cuando amamos más a lo creado que al Creador, corremos el riesgo de hacer ídolos que nos alejen de la adoración a Dios (Ex. 20:3-5).

Cuando amamos más a lo creado que al Creador, buscaremos ser amados y aprobados por ellos más que por Dios (Gál. 1:10).

Cuando amamos más a lo creado que al Creador, nos será más difícil dejar las viejas prácticas por temor a ofender a otros. 

Cuando amamos más a lo creado que al Creador, corremos el riesgo de defender posturas o creencias de nuestros amigos, aun cuando estas contradigan la Palabra de Dios. 

Cuando amamos más a lo creado que al Creador, corremos el riesgo de mentir para guardar nuestra reputación, olvidando que a Dios le importa más nuestro carácter.

Cuando amamos más a lo creado que al Creador, nuestro carácter puede ser modificado, más no transformado por el Espíritu Santo.

Cuando amamos más a lo creado que al Creador, nuestra vida de iglesia se verá afectada, buscaremos cada vez menos tener comunión con aquellos que nos recuerdan que estamos pecando alejándonos de Dios.

Cuando amamos más a lo creado que al Creador, nuestra vida de oración y lectura de la Palabra, irá disminuyendo considerablemente, o pediremos conforme a nuestra voluntad y no la de Dios.

Hay esperanza

Nuestro Dios no nos ha dejado solas, Su Espíritu Santo mora en nosotras y de una u otra forma, si somos Sus hijas, nos atraerá a Él. Nos ha dejado medios de gracia para encontrarnos con Él: Su Palabra donde podemos ver nuestro corazón con más claridad, el consejo y exhortación de nuestros esposos (a quienes estamos casadas), nuestros padres, la iglesia local, hermanas en la fe, la oración. Incluyamos en nuestras oraciones la petición de, “si estoy amando más a lo creado que al Creador, atráeme de vuelta a Ti”.

Pidamos a Dios que nos llame al arrepentimiento para ponernos a cuentas con Él. Pidamos un espíritu humilde y enseñable para que cuando otros nos muestren nuestros errores y nuestra infidelidad a Dios, atendamos el llamado y volvamos a los pies de la cruz. 

El llamado del Señor, como ya hemos dicho, exige entrega total. Eso no significa que debemos perder nuestra personalidad y que tendremos que apartarnos de todo y de todos. Sin embargo, cuando Dios llama, desea que le entreguemos lo que pensamos, lo que creemos y lo que deseamos, es decir, nuestro ser completo. Si estamos convencidos, pidamos al Señor que oriente nuestro corazón a la necesidad de comprometernos.*

*Miguel Núñez con Viola Núñez, La ley de la Libertad, los Diez Mandamientos: aplicaciones para la vida del creyente (Nashville: B&H, 2020) 41 y 48

Karla de Fernández. Nacida en México, es hija y sierva de Dios por gracia, esposa y madre como privilegio. Tiene su blog desde donde comparte con las mujeres su pasión por la Palabra de Dios. Es la coordinadora de Iniciativas para mujeres Soldados de Jesucristo y dirige el podcast “Mujeres en Su Palabra.” Es la autora del libro “Hogar bajo Su gracia.” Puedes seguirla en BlogFacebook y Twitter.

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