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[Una respuesta correcta en un mundo inmediato]

Wendy Bello

Hasta ahora no he conocido a nadie que le guste esperar. Vivimos en un mundo que, en sentido general, no sabe esperar. Todo lo queremos «al momento». No obstante, el hecho de que no nos guste no cambia la realidad de que en la vida muchas veces nos toca esperar. Unas veces son esperas breves, como cuando ordenamos comida en un restaurante con un estómago que ruge. Y otras son indefinidas, no sabemos hasta cuándo será. Estas son las más difíciles, porque implican un reto para nuestra mente y corazón. 

Hace unos días leía en Salmos 27, y mis ojos se detuvieron en el último versículo (14):

«Aguarda a Jehová;
Esfuérzate, y aliéntese tu corazón;
Sí, espera a Jehová.»

El rey David, cuya firma lleva este salmo, nos habla de tres cosas que debemos hacer en los tiempos de espera. Vale la pena explorarlas. 

La primera, aguarda. Otras versiones dicen «espera con paciencia» (NTV). Estas dos cosas parecen contradictorias, esperar con paciencia. Un viejo refrán repite: «el que espera, desespera». Y es bastante cercano a la realidad; esperar, muchas veces nos crea desasosiego, al punto de desesperarnos. Sin embargo, este fragmento de la Palabra afirma algo completamente opuesto: en la espera, sé paciente. Pero no se limita simplemente a que recabemos toda la paciencia que encontremos en nuestras escasas fuerzas humanas, la clave está al final de esa oración: «espera con paciencia al Señor» (énfasis añadido, NTV). De hecho, lo repite al final, para reforzar la idea. 

En los tiempos de espera, tenemos que esperar en el Señor y al Señor. Dios está obrando, aunque no lo podamos ver. Y ¿sabes?, David tenía bastante experiencia en el tema. Pasaron muchos años entre que Samuel lo ungiera como rey de Israel y la consumación del hecho. Este pastor de ovejas aprendió a esperar en las noches largas mientras velaba su rebaño. Aprendió a esperar mientras Saúl lo perseguía para matarlo. Y en todo ese tiempo, Dios desarrolló en él la virtud de la paciencia. 

Pero los tiempos de espera no implican necesariamente quedarse cruzados de brazos. El versículo nos exhorta a esforzarnos. Tal vez te preguntes, ¿qué tienen que ver la espera y el esforzarse? Pues mucho. Cuando nada parece suceder a nuestro favor, sino al contrario; cuando, por ejemplo, la situación familiar luce desalentadora y sin solución, hay que esforzarse para seguir creyendo y caminando por fe con la certeza de que el Señor no se ha olvidado, Él es fiel. Por eso David se retaba a sí mismo, y ahora a nosotras, y nos dice esfuérzate; otras versiones dicen sé valiente, ten valor. Mujer, no tires la toalla, esfuérzate. ¡Espera en Dios! 

Y lo último que nos enseña este corto pasaje es: ¡toma aliento! Me gusta cómo lo dice la Nueva Versión Internacional: «cobra ánimo». Cuando nos toca esperar y no sabemos por cuánto tiempo, el desánimo será uno de los primeros enemigos que visitará nuestra puerta. Esto también era muy familiar para David. Basta leer otros salmos para descubrir cuántas veces luchó con el desaliento. Y no se trata de ignorar la situación difícil ni de repetir un «pensamiento positivo». ¡Para nada! Cobra ánimo porque estás esperando en Dios, y Él nunca falla a los suyos ni los olvida. La mejor manera es llenar nuestra mente de su Palabra, para pelear la batalla con un arma segura. 

Amiga lectora, sí, llegarán momentos en los que nos tocará esperar sin saber cuánto. Cuando así sea, deja que el Señor desarrolle en ti la paciencia mientras tú te esfuerzas confiando en Él, con ánimo en el corazón. 

Wendy Bello es esposa, mamá, y alguien cuya pasión es escribir y hablar sobre el diseño divino de Dios para nuestras vidas.

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