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[Pasaje devocional: Salmo 119:65-72]

Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. (Salmo 119:71)

Sufrir las consecuencias de la desobediencia muchas veces es la mejor forma de aprender. Esta realidad es esencial y los padres que quieren criar a sus hijos en disciplina lo deben reconocer. Pero también se aplica a nuestra vida espiritual.

El factor heredado de Adán, que está en nuestro sistema natural humano, nos mueve con gran fuerza a desobedecer la Palabra de Dios. Como resultado de esa desobediencia vivimos humillados, tal vez en el aspecto familiar o financiero, o en la vida de servicio al Señor en la iglesia o comunidad. Cualquiera que sea, necesitamos atender esa rebeldía a la Palabra de Dios.

Este primer paso es fundamental: Reconocer el error, sentirnos humillados delante del Señor y después comenzar una etapa donde el Señor quite la humillación de nuestro pecado y levante una vida obediente para su gloria.

Sí, hoy es un buen día para clamar a Dios pidiendo que su Espíritu Santo nos haga sentir mal si estamos haciendo mal: desobedeciendo su Palabra, pecando.

Debemos reconocer nuestro error con humildad y apreciar las cosas como son: Nos va mal porque actuamos mal y eso tiene que cambiar, así que necesitamos hacer una confesión en arrepentimiento sincero. Reconocer que con la ayuda del Espíritu Santo podemos caminar en obediencia a la Palabra para la gloria de Dios.

Señor, hoy hazme sentir el peso de mi desobediencia para buscar en ti la restauración y la obediencia que te honran.

Un devocional de Revista Quietud

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