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Viviendo la Escritura de la manera que honra a Dios

Jen Wilkin

Esta ocurre cuando una persona tiene acceso a una Biblia en un lenguaje que entiende y avanza de manera sostenida hacia el conocimiento y la comprensión del texto. Si es cierto que el carácter y la voluntad de Dios se proclaman en la Escritura, entonces un intento sincero de estar equipado para la obra del discipulado debe incluir el deseo de fortalecer la alfabetización bíblica. Estar bíblicamente alfabetizado permite coser los retazos de nuestro conocimiento y convertirlos en una prenda sin costuras en nuestro entendimiento.

Quizás tengamos un deseo sincero de fortalecer nuestra alfabetización bíblica, pero sin capacitación, podríamos desarrollar hábitos al abordar el texto que, en el mejor de los casos, no nos servirían para incrementar la alfabetización y, en el peor de los casos, nos perjudicarían. Antes de desarrollar buenos hábitos, debemos realizar un inventario honesto de aquellos hábitos perjudiciales que quizás ya estamos practicando.

¿Has tenido alguna vez un hábito perjudicial con el que querías terminar? Cuando tenía poco más de 20 años me di cuenta de que tenía el hábito poco útil de completar las oraciones de otras personas. Recuerdo mi sorpresa cuando alguien con mucho amor me señaló que no debería hacer eso.

No era que no supiera que completaba las oraciones de otras personas, era que no veía nada malo en ello. De verdad creía que, entrometiéndome, estaba ayudando con la conversación. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, comprendí lo seguido que pasaba y lo irrespetuoso que era para los demás. Me sentí avergonzada y apenada, y me invadió un deseo inmediato de no volverlo a hacer. Pero en el momento en que me di cuenta del problema, ya había formado un patrón bien arraigado de comunicación que era difícil de romper. Aprender a dejar este mal hábito requirió reconocer el alcance de mi problema y luego trabajar duro para cambiar el patrón de conducta.

Esto es válido para cualquier hábito negativo que desarrollemos, en especial si el hábito lo hemos desarrollado a través de los años. Para romperlo, primero debemos reconocer el alcance de su influencia y luego tomar medidas para cambiar.

En cuanto al estudio de la Biblia, los hábitos perjudiciales abundan. Dentro de nuestra subcultura hemos adoptado una frase universal para describir nuestro hábito regular de interactuar con la Escritura: «pasar tiempo en la Palabra». Los líderes de las iglesias nos instan a hacerlo. Los autores y los blogueros nos exhortan a valorarlo. Pero lo que debería ocurrir durante nuestro «tiempo en la Palabra» puede permanecer sin ninguna claridad y los hábitos específicos que esto representa varían mucho de persona a persona.

El peligro potencial de esta imprecisión es que asumamos que nuestra versión de «pasar tiempo en la Palabra» nos hace avanzar hacia la alfabetización bíblica solo porque hemos sido obedientes al practicarlo. No todo contacto con la Escritura construye la alfabetización bíblica.

Aprender lo que la Biblia dice y luego trabajar para interpretarla y aplicarla requiere de una práctica diferente a muchas de aquellas que solemos asociar con «pasar tiempo en la Palabra». Nosotras no podemos darnos el lujo de asumir que nuestras buenas intenciones son suficientes.

Un fragmento del libro Mujer de la palabra: Cómo estudiar la Biblia con mente y corazón (B&H Español)

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