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El núcleo de la Gran Historia

Jen Wilkin

La Biblia es un libro que revela con audacia y claridad quién es Dios en cada página. En Génesis, lo hace al colocar a Dios como el sujeto de la narrativa de la creación. En Éxodo, lo compara con Faraón y los dioses de Egipto. En los Salmos, David alaba el poder y la majestad de Dios. Los profetas proclaman Su ira y Su justicia.

Los Evangelios y las epístolas desarrollan Su carácter en la persona y obra de Cristo. Apocalipsis despliega Su dominio sobre todas las cosas. Desde el principio hasta el fin, la Biblia es un libro sobre Dios.

Creía que debía leer la Biblia para que me enseñara cómo vivir y asegurarme de que era amada y perdonada. Pensaba que era una hoja de ruta para la vida y que, en cualquier circunstancia, alguien que de verdad supiera cómo leerla e interpretarla podría encontrar un pasaje para dar consuelo y dirección. Creía que el propósito de la Biblia era ayudarme.

Con esta creencia, yo no era tan diferente de Moisés, parado frente a la zarza ardiente en el monte Sinaí. Sin demora, dentro de su visión hubo una revelación del carácter de Dios: una zarza en llamas, que le hablaba de manera audible y la cual milagrosamente no se consumía. Obligado por esta visión de Dios para ir ante Faraón y demandar la liberación de los cautivos, Moisés, avergonzado, replicó: «¿Quién soy yo para ir a Faraón, y sacar a los hijos de Israel de Egipto?» (Ex. 3:11).

Dios responde con paciencia haciendo de Sí mismo el sujeto de la narrativa: «Ciertamente yo estaré contigo» (Ex. 3:12). En vez de sentirse tranquilo por esta respuesta, Moisés pregunta qué debe hacer: «Entonces dijo Moisés a Dios: He aquí, si voy a los hijos de Israel, y les digo: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”, tal vez me digan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les responderé?» (v. 13).

A lo largo de un capítulo y medio de Éxodo, Moisés hace las preguntas equivocadas: ¿quién soy yo?, ¿qué debo hacer? En vez de contestarle: «Moisés, tú eres mi siervo escogido. Tú eres mi valiosa creación, un líder talentoso y sabio», Dios le responde sacando por completo a Moisés como el sujeto de la discusión e incluyéndose a Él mismo. Le responde la pregunta autoenfocada de Moisés: «¿Quién soy yo?» con la única respuesta que importa: «YO SOY».

Nosotras somos como Moisés. La Biblia es nuestra zarza ardiente, una declaración fiel de la presencia y santidad de Dios. Le pedimos que nos hable sobre nosotras mismas y todo el tiempo nos está hablando sobre «YO SOY».

Pensamos que si tan solo nos contara sobre quiénes somos y qué debemos hacer, entonces nuestras inseguridades, temores y dudas se desvanecerían. Pero nuestras inseguridades, temores y dudas nunca podrán ser desterradas por el conocimiento de quiénes somos. Estos solo podrán ser desterrados por el conocimiento de «YO SOY». Debemos leer y estudiar la Biblia con nuestros oídos adiestrados para escuchar la declaración de Dios sobre Sí mismo.

Un fragmento del libro Mujer de la palabra: Cómo estudiar la Biblia con mente y corazón (B&H Español)

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