Skip to main content

Por María Renée de Cattousse

¡Estamos iniciando el año! Es momento oportuno para evaluar nuestros hábitos y pensar en metas, pero como creyentes, podemos considerar algunas acciones concretas para nuestra vida espiritual. Han resonado en mi mente las palabras que Juan el Bautista dijo: 

…es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe.
Juan 3:30

Juan el Bautista era hijo del sacerdote Zacarías y Elisabet, (concebido en la vejez) todo esto anunciado por el ángel Gabriel, quien además de esta maravillosa noticia declara que su hijo sería lleno del Espíritu Santo aún antes de nacer y haría que muchos se convirtieran al Señor. Prepararía un pueblo para recibir al Salvador del mundo.

La Biblia nos relata como Juan aún el vientre de su madre, salta al reconocer a Jesús, quien también estaba en gestación: EL ANUNCIADO Y ESPERADO MESÍAS.  

Pasaron aproximadamente 30 años y encontramos a Juan predicando el bautismo del arrepentimiento para el perdón de pecados, anunciando las buenas nuevas al pueblo. El último de los profetas, quien tuvo la dicha de ver, reconocer y bautizar al Hijo de Dios. Me impacta cuando ve pasar a Jesús y lo anuncia a sus discípulos diciendo: “Él es el Cordero de Dios.”  No hay envidia, celos o intención de callar su boca por asegurar la empatía de sus seguidores, por el contrario, reconoce que todos necesitan poner la mirada en Él y seguirlo.

El plan de Dios avanzando… Lo que había sido anunciado ahora está sucediendo. En nuestros días es exactamente así, el calendario avanza y lo que Dios ha establecido también está sucediendo. Podemos descansar tranquilas en Su soberanía.

Ahora regresemos a esas palabras de Juan diciendo que era necesario que Jesús creciera y él fuera disminuido. Que esto sea para nosotras motivo de imitar. Juan sabía que esto era necesario, menos de él, más de Jesús. 

Oremos que Cristo crezca en nuestros corazones, que sea evidente en nuestra manera de vivir.  Independientemente de nuestras circunstancias, reconozcamos como hizo Juan, que dejarnos llevar por nuestra naturaleza humana nos lleva en camino contrario a lo que Dios quiere. 

Necesitamos estar arraigadas y depender de Él. Anhelemos las mejores cosas, las eternas y no las materiales. Frente a las diferentes situaciones pidamos ser santificadas, obedecer, vivir vidas piadosas y honrar el nombre de Dios. Todo esto es querer menguar y que Él sea exaltado.

Las Escrituras declaran que el nombre del Señor es sobre todo nombre, no hay otro nombre más grande. Pero he tenido que reconocer en mi vida como muchas veces quiero el reconocimiento de mi persona y mis acciones. Algunas veces he permitido que las circunstancias determinen mi ánimo y he dado lugar a ser atrapada por mis emociones o sentimientos, haciendo de esto algo más grande de lo que realmente debería de ser. De ninguna manera quiero minimizar lo que podamos estar viviendo. Mi deseo es que podamos en toda circunstancia, sujetarnos a la autoridad del Señor. Pidamos Su ayuda oportuna para que Él sea glorificado. Que nuestra manera de pensar sea renovada y dejemos de colocarnos en primer lugar y a nuestras circunstancias, anhelemos rendición y dependencia en Él, para ser menos nosotras y parecernos a Él.

Busquemos madurez espiritual, el carácter del Señor formándose en nuestras vidas.  Renunciemos a nuestros a “supuestos derechos” y como Juan el Bautista experimentó: “Cristo creciendo y él disminuyendo.”

Juan vivió exactamente lo que dijo, hubo congruencia en sus acciones, que esto sea una realidad en nuestra vida. Mengüemos y vivamos a la luz de lo que dice Gálatas 2:20 ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Nuestra manera de vivir predica en quien confiamos, y lo que creemos.
Romanos 2:24 el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros. Qué mensaje tan fuerte que nos exhorta a querer ser guiadas por el Espíritu Santo, a menguar nosotras y parecernos a Cristo.

No vivamos de una manera necia, que no alabe a Dios. Hagamos batalla diaria y constante, para renunciar a querer que las cosas pasen o dejen de pasar como tenemos establecido. Gracias a Dios que siempre nos está enseñando, que nos transforma abriendo nuestros ojos a entender que mucho del yo en nuestras vidas nos aleja de Él. Y que la manera de conocerle mejor y vivir para Él es tomando conciencia de que es Su Espíritu en nosotras es quien nos capacita para esta vida y vivirla de manera piadosa. (2 Pedro 1-3)

¡Cobremos ánimo, está empezando este nuevo año, donde puede haber en nuestra vida un firme propósito de menguar nosotras, y que Él crezca!

María Renée de Cattousse, pecadora, salvada por gracia, justificada por la fe en la obra de Cristo, redimida por la misericordia de Dios. Es miembro de la Iglesia Reforma en la ciudad de Guatemala. Esposa de Carlton, mamá de Mario René y Valeria. Odontóloga.

Leave a Reply

Hit enter to search or ESC to close