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Pasaje devocional: Filipenses 4:1-3

Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados. Filipenses 4:1

Un amigo y hermano me ayudó a montar un estudio de grabación para la producción de mis programas de radio. Como el espacio es reducido tuvimos que montar un mueble en la pared sobre el escritorio. No fue fácil mantenerlo a nivel levantado mientras se aseguraba firmemente. Requirió fuerza, concentración y coordinación.

Cuando la Biblia nos reta a estar firmes en el Señor, nos insta a esforzarnos en su gracia, a concentrarnos en la edificación de su Reino y a coordinar la misión que Él nos encomienda. Cuando una persona confiesa a Cristo y trata de guardar sus mandamientos, de inmediato
sufre la oposición de fuerzas desestabilizadoras, algunas sociales, otras más diabólicas. Se requiere permanecer muy firmes en la fe y adelante en el seguimiento del camino nuevo y vivo que Cristo abrió para nosotros. Lo primero que se necesita vencer es la incomprensión de los familiares, como no tienen la nueva naturaleza espiritual que ahora disfruta con gozo el creyente, lo tildan de loco, lo rechazan y hasta se burlan de él. Algunos pierden sus puestos de trabajo, a otros les hacen maldades.

Un capellán voluntario me ayuda con los servicios evangélicos para los delincuentes juveniles. A veces reunimos hasta 30 presos pero la semana pasada solo asistieron dos. Regresó triste a mi oficina. Le pregunté: “¿Los guardias te apoyaron?” “Sí, hubo uno que se quedó todo el tiempo”. Le dije que entonces eran tres. “¿Predicaste libremente?” “Sí”. “¿Sentiste la presencia del Señor?” “Sí”. “Entonces eran cuatro. Gloria al Señor, vamos a orar para que la próxima semana vengan 8 o que quizá el Señor llene su casa”.

Él dijo: “¡amén!” Después de orar le conté que Charles Spurgeon era un joven de 17 años cuando se entregó a Cristo en un servicio rural bajo la lluvia al que solo asistió él porque el predicador no llegó. El anciano que dirigió el servicio no sabía predicar y repitió muchas veces el texto “Mirad
a mí, y sed salvos” (Isa. 45:22) hasta que el jovencito abrió su corazón al Salvador.

Señor, danos el gozo de mantenernos firmes en Ti, en tu Palabra, en tu Reino.

Un devocional de Revista Quietud

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