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Por Mirna Espinoza

Como en un cuarto silencioso, en donde lo único que se escucha es la manecilla de un reloj, cada segundo es como un martillo en nuestro cerebro que se percibe con claridad y es evidente a nuestros oídos que el tiempo está transcurriendo lentamente. 

Así, con esas ansias cada persona que habita en este mundo está esperando que algo importante suceda en su vida. Un embarazo, un encuentro romántico, el trabajo que me hará apasionarme cada día, el hijo que espero vuelva a casa, la sanidad de mis pulmones para respirar con normalidad, el papá que se fue en la niñez, el amor de una mamá que nunca ha estado presente y así, podríamos seguir.

Esperar, ¿por qué es algo tan común y a la vez tan desgastante? 

Esperamos y cuando llega lo anhelado no estamos totalmente satisfechos, o si lo estamos lo estamos por un breve tiempo. Estamos diseñados para solo encontrar satisfacción en él.

¿Está nuestra identidad en algo que no tenemos aún? Podemos llegar al punto de creer que nuestra vida va a comenzar cuando por fin llegue la persona que esperamos o tengamos los ingresos que deseamos. Esto puede ser un reflejo evidente de insatisfacción, porque nuestra vida ya empezó. Entonces, ¿cómo podemos glorificar a Dios en la espera? Cambiando nuestra perspectiva.

Contentamiento, una palabra que es frecuentemente utilizada, pero quizá no sabemos realmente qué significa. El contentamiento es estar satisfechos, sentirnos tranquilos no solo por lo que tenemos sino por lo que carecemos también. Estar contentos con el hoy, porque confiamos en que Alguien más está en control de cada cosa en nuestra vida y Él es digno de TODA nuestra confianza. La espera es buena para nuestros corazones porque es una evidencia palpable de cuanta falta de contentamiento tenemos aun sin darnos cuenta. 

Las agujas del reloj deberían traer perspectiva a nuestra vida, deberían ser un recordatorio segundo a segundo de cuánta gracia se nos ha regalado. No somos nada y aun así somos profundamente amados. Nuestros corazones deberían estar regresando cada vez más seguido a la verdadera fuente de contentamiento, Cristo y solo Cristo. En Él cada necesidad ha sido suplida y nunca más careceremos de nada porque estamos completos en Él. No existe el contentamiento en ninguna cosa que no sea en nuestro Salvador.

Dios es bueno en todo tiempo y sabe qué es lo mejor para nosotros, sabe por qué nos da lo que nos da y por qué no nos da lo que no nos da. Suena una fórmula demasiado sencilla, pero es así. Dios conoce todo, cada rincón de nuestra vida y cada cosa que aún sucederá en nuestro caminar. Pero todo eso no está en función a nuestros caprichos o necedad de hacer nuestra voluntad sino en qué es lo que nos traerá más bienestar, dependencia y gloria a Dios.

Y como dijo el apóstol Pablo en uno de los versos más famosos de las Escrituras: Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4:12-13

Las esperas de la vida no son malas. No quiere decir que no tenemos que vivir anhelando nada ni esperando que ciertas cosas sucedan. Pero sí estar contentos y satisfechos con nuestro hoy, porque eso es lo que nuestro amado Padre ha decidido para nuestro corazón, y el hecho de conocer la historia de redención es suficiente peso para recordar a nuestras almas cuál es la verdadera fuente de satisfacción.

Y algo más, el tiempo que esperemos por un esposo, por un hijo, por un trabajo, por sanidad, o cualquier otra cosa debería ser una flecha que apunte a la espera más grande que cada uno de nosotros debería tener como un tatuaje en la mente y en el corazón. La espera más grande que el pueblo de Dios, sin excepción, debe de tener. Una espera que todos en conjunto anhelamos y que no es como las otras cosas que esperamos, porque esta tenemos la certeza que sí sucederá. 

El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; si, ven, Señor Jesús. Apocalipsis 22:20 (énfasis de la autora)

La venida de nuestro Rey, la segunda vez que Cristo vendrá, en la cual todo se restaurará y no esperaremos nada nunca más. Nuestro Padre habitará entre nosotros, será nuestro sol y nuestros corazones no estarán constantemente luchando con la insatisfacción porque nuestras mentes serán transformadas y por fin se darán cuenta que nunca les ha faltado nada, sino que Cristo, el Cordero, es todo lo que necesitaban.

Por tanto, hermanos, sean pacientes hasta la venida del Señor. Miren cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Sean también ustedes pacientes. Fortalezcan sus corazones, porque la venida del Señor está cerca.

Santiago 5:7-8

Mirna Espinoza, guatemalteca con un corazón rebelde que es constantemente corregido por Dios. Salvada por gracia y sin merecerlo. Siempre estudiante y nunca maestra. Sirve al Señor siendo colaboradora para Lifeway Mujeres, en su iglesia local y escribiendo en su blog personal Eufonía, IG: @eufoni.a (para visitarlos solo da clic sobre el nombre del blog y/o sobre nombre de usuario de Instagram)

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