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Viviendo la Gran comisión

Por David Platt

Jesús, en su sencillo mandato de “hacer discípulos”, invita a cada uno de sus seguidores a vivir la vida de Cristo por medio del esfuerzo sacrificado, intencional y global de multiplicar el evangelio a través de otros. Él nunca quiso limitar esta invitación a los comunicadores más eficientes, a los organizadores más brillantes ni a los líderes y artistas más talentosos. Por el contrario, el Espíritu Santo ha capacitado a cada seguidor de Cristo para que cumpla su propósito para la gloria de Dios en el mundo.

¿No es este el modelo de Jesús? Durante su ministerio sobre la tierra pasó más tiempo con doce hombres que con el resto del mundo. En Juan 17, cuando Jesús repasa su ministerio antes de ir a la cruz, Él no menciona las multitudes a las que predicó ni los milagros que realizó. Por más espectaculares que fueran estos sucesos, no eran su foco principal. Por el contrario, 40 veces Jesús menciona a los hombres en los que había invertido su vida. Ellos eran su foco.

Cuando llegó el momento de la ascensión, Jesús no señaló edificios, programas ni multitudes de las cuales jactarse. En realidad, la mayoría ya se había retirado. Solo estaban reunidas 120 personas comunes, sin mucha educación. Un pequeño grupo con pocos líderes.

Y como comisión, Él les dejó un mandato: Hacer discípulos. Hagan con otros lo que yo he hecho con ustedes, dijo Jesús. No se sienten en una clase, relaciónense con ellos. No construyan edificios extravagantes, construyan personas extraordinarias. Hagan discípulos que hagan discípulos que hagan discípulos y juntos multipliquen este evangelio para alcanzar a todos. Este es el sencillo mandato que debe estimular a la iglesia. Y este es el sencillo mandato que debe estimular cada una de nuestras vidas.

Yo no quiero que este mandato se trate como una opción en mi vida o en la vida de cualquier persona de la iglesia que pastoreo. Personalmente tengo un plan intencional para hacer discípulos y este plan incluye compartir la vida y multiplicar el evangelio a través de mi familia, un pequeño grupo de hombres dentro de nuestra iglesia y plantadores de iglesias que estamos enviando fuera de la congregación. 

No quiero decir que este plan sea siempre perfecto o fácil de implementar. Como cada uno de ustedes, yo estoy constantemente acosado con las ocupaciones de la vida y las responsabilidades del liderazgo, y si no tengo cuidado, el hacer discípulos es algo que pasaría a un segundo lugar. Como resultado, quiero actuar intencionalmente porque si descuido la prioridad de las personas, no estaré en el centro del propósito de Dios.

Cada uno de nuestros pastores y líderes en la iglesia tienen designados planes similares para hacer discípulos. Sumado a esto, ayudamos a los nuevos miembros de nuestra iglesia a delinear sus planes haciéndolos pensar cómo pueden involucrarse para hacer discípulos a todas las naciones. La clave para todos nosotros es un intenso deseo y un esfuerzo intencional de hacer que cada una de nuestras vidas participe de la multiplicación del evangelio en el mundo.

No importa qué lugar ocupe en la iglesia, recuerde que a usted no lo crearon para luego darle de lado en el Reino de Dios. Es posible que algunas veces se sienta como una persona equivocada, pensando que no tiene suficientes dones, suficiente inteligencia, suficiente talento ni suficiente preparación como para involucrarse en un ministerio efectivo. Esto, simplemente, no es verdad. 

Tiene la Palabra de Dios frente a usted, el Espíritu de Dios dentro de usted y el mandato que Dios le ha dado: Haced discípulos a todas las naciones. De manera que, si usted es un hombre o una mujer de negocios, un abogado o un médico, un asesor o un obrero de la construcción, un maestro o un estudiante, un profesional o un ama de casa, yo le ruego que le pida a Dios que haga que su vida cuente donde usted esté para extender el evangelio y su gloria hasta lo último de la tierra.

Si once discípulos en una montaña de Galilea fueron suficientes para lanzar el evangelio hasta lo último de la tierra, una iglesia con un puñado de miembros puede extender el evangelio dentro y más allá de una comunidad, sin considerar la cantidad de recursos que tenga.

¿Qué pasaría si cada uno de nosotros estuviera haciendo discípulos que hicieran otros discípulos? ¿Es demasiado idealista soñar que la iglesia de Dios pudiera alcanzar hasta los confines de la tierra si buscaba cumplir con los propósitos de Dios? Por su puesto pudiera; está garantizado. Jesús ha prometido que cada nación, tribu, lengua y pueblo escuchará el evangelio, y es por medio nuestro que sucederá.

David Platt, autor de Radical y Radical Together (Multnomah), es pastor de La Iglesia de McLean en Washington, D.C..

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