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Por Marisol Tavarez.

Porque escrito está:

Regocíjate, oh estéril, la que no concibes; prorrumpe y clama, tú que no tienes dolores de parto, porque más son los hijos de la desolada que de la que tiene marido (Gál.4:27).

Este versículo de Gálatas es una cita de Isaías 54:1. El apóstol Pablo hace una alegoría refiriéndose a que los hijos de la ciudad celestial (Ref. Sara), serían más que los de la Jerusalén terrenal (esto es Agar la esclava). 

Se compara al Israel cautivo con una mujer estéril. En la antigüedad una mujer estéril era objeto de burla, oprobio y vergüenza. El mensaje consiste en un llamado a que la mujer enfrente su infertilidad apelando a Dios, exaltándolo por medio de canciones que invoquen Su milagrosa provisión. Dios es protector y proveedor; se revela mediante el título de un marido (V.5) para mostrar cuán profundamente Él nos ama y la forma efectiva y afectiva de Su cuidado.

Sara fue estéril por mucho tiempo, y fue durante ese tiempo que Dios le prometió a Abraham que ellos serían padres de naciones y que la bendición de los hijos espirituales vendría de los hijos de él y de Sara, no de Agar. Porque los verdaderos creyentes no nacen de la voluntad de varón ni de la voluntad de la carne, sino de Dios. Lo que cuenta no es la descendencia natural, sino el nacimiento milagroso y divino por la fe en el Señor Jesús. 

Isaías 54:1 inicia animando a la estéril: “Grita de júbilo, oh estéril, la que no ha dado a luz; prorrumpe en gritos de júbilo y clama en alta voz, la que no ha estado de parto; porque son más los hijos de la desolada que los hijos de la casada- dice el Señor.”

Claro, no hay palabra más adecuada que “regocíjate, grita de júbilo”, porque en el capítulo anterior (Isaías 53) vemos la presentación de la muerte, sepultura, resurrección y exaltación de Cristo. 

Jesús, nuestro Señor, esta en medio de la infertilidad. Hay muchas familias que no han podido tener hijos físicos. Pero, a todas y cada una de nosotras Dios nos ha ungido con algún talento y don espiritual, por medio de Su Santo Espíritu, para que seamos dadoras de vida y llevemos a otras las buenas nuevas de la obra redentora de nuestro Salvador y Redentor. 

Cristo Jesús, aunque era Dios, no considero que el ser igual a Dios fuera algo a lo que cual aferrarse; en cambio renunció a Sus privilegios divinos, adoptó la posición de esclavo naciendo como humano, se humilló a Sí mismo en obediencia a Dios, murió en la cruz siendo inocente, para cargar el peso de nuestra iniquidad, de toda nuestra maldad.  Por tal razón Dios lo exaltó hasta lo sumo dándole un nombre que es sobretodo nombre (Ver Fil.2:6).  

Somos más que privilegiadas cuando Jesús nos dirige a ser portadoras de vida aún cuando andábamos muertas en delitos y pecados.

Por esa razón, no importa la condición en la que estemos, si hemos sido lavadas con Su preciosa sangre, si hemos puesto nuestra fe en el Unigénito de Dios, debemos exaltarlo, regocijarnos siempre en Él, porque Él es digno de toda la honra, gloria y adoración. 

Es muy cierto, hay muchas mujeres jóvenes y otras no tanto, que han deseado o que quizás se preguntan, ¿Porqué Dios no me ha concedido hijos, si lo anhelo ardientemente? ¿Por qué no he podido dar a luz?

Pregunté a algunas amigas creyentes si pensaban que Jesús estaba en medio de su infertilidad, en general me dijeron que sí, que Dios tiene un propósito en todas las cosas. A pesar de la frustración, el dolor y la tristeza, tres de ellas manifestaron que están ahora en gozo porque decidieron someterse a la soberana voluntad de Dios.

Si hoy estás triste, frustrada o avergonzada por que no has podido concebir o dar a luz un hijo, puedes alegrarte en la buena noticia, Dios te ha perdonado en la persona de Jesús, nuestro amado Salvador y Señor; regocíjate en Él, como dice en este hermoso poema de amor: 

“Ensancha el lugar de tu tienda, extiende las cortinas de tus moradas, no escatimes; alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas. Porque te extenderás hacia la derecha y hacia la izquierda; No temas, pues no serás avergonzada; ni te sientas humillada, pues no serás agraviada.” Isaías 54:2-4

No desmayemos, invoquemos Su milagrosa provisión.

María del Carmen Tavarez Cordero, cariñosamente conocida como Marisol. Es miembro de la Iglesia Bautista Internacional, escribe para Mujer para la gloria de Dios, le apasiona enseñar, evangelizar y escribir acerca de las maravillas del Señor. Tiene una Maestría en Ministerios del Seminario Bautista del Sur.

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