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[Nuestra identidad anclada al Creador]

Jen Wilkin

¿La Biblia no tiene nada que decirnos acerca de quiénes somos? En lo absoluto. Solo que nosotras pretendemos contestar esta pregunta al revés. La Biblia nos indica quiénes somos y qué debemos hacer, pero lo hace a través de las lentes de quién es Dios. El conocimiento de Dios y el conocimiento de uno mismo siempre van de la mano.

En realidad, no puede haber verdadero conocimiento de uno mismo aparte del conocimiento de Dios. Él es el único referente confiable. Entonces, cuando leo que Dios es paciente, comprendo que yo no soy paciente. Cuando leo que Dios es tardo para enojarse, me doy cuenta de que yo me enojo con facilidad. Cuando leo que Dios es justo, tengo que reconocer que yo soy injusta.

Al ver quién es Él, me muestra a plena luz quién soy yo. Una visión alta y enaltecida de Dios pone de manifiesto mi pecado y aumenta mi amor por Él. El dolor y el amor llevan a un genuino arrepentimiento y yo comienzo a ser conformada a la imagen de Aquel a quien contemplo.

Si leo la Biblia para encontrarme a mí misma en el texto antes de encontrar a Dios allí, quizás aprenda que no debería ser egoísta. Tal vez ponga más empeño en no ser egoísta. Pero hasta que no vea mi egoísmo a través de las lentes de la absoluta generosidad de Dios, no habré comprendido bien la pecaminosidad del egoísmo. La Biblia es un libro sobre Dios. Así como Moisés aprendería durante el Éxodo, quién era él no tendría ningún impacto en el desenlace de su situación. Quién era Dios hacía toda la diferencia.

En el Nuevo Testamento leemos que Jesús abordó el mismo problema con los líderes de los judíos: «Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida» (Juan 5:39-40). Los líderes judíos estudiaban las Escrituras haciéndose las preguntas incorrectas, esperando que la imagen equivocada les fuese revelada.

Si la vida eterna se encuentra en las Escrituras, se encuentra a través de las lentes de quién es Dios. Si nuestra lectura de la Biblia se enfoca en alguien más que Dios, hemos comprendido al revés el proceso de transformación. Cualquier estudio de la Biblia que busca establecer nuestra identidad sin primero proclamar la identidad de Dios proveerá ayuda parcial y limitada. Debemos cambiar nuestro hábito de preguntar: «¿Quién soy yo?». Debemos primero preguntar: «¿Qué me enseña este pasaje sobre Dios?» antes de pedirle que nos enseñe algo sobre nosotras mismas. Tenemos que reconocer que la Biblia es un libro sobre Dios.

Un fragmento del libro Mujer de la palabra: Cómo estudiar la Biblia con mente y corazón (B&H Español)

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