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Y cómo la caída pervirtió nuestro diseño

Patricia de Saladín

El pecado del hombre ha hecho estragos en todas las esferas de la vida, incluyendo nuestras relaciones. Cuando miramos a nuestro alrededor a las relaciones entre hombres y mujeres, nos llenamos de dolor al ver las distorsiones.

Cuando Dios creó a Adán y a Eva, ellos estaban en un estado de perfección. Cada uno cumplía con su rol de manera perfecta. Adán estaba feliz, siendo el responsable primario de su familia, el proveedor. Eva estaba feliz de estar bajo su autoridad y de ser la ayuda perfecta para Adán. Pero todo cambió en el momento que Eva decidió escuchar la voz de otro consejero en el huerto.

Génesis 3 relata la entrada de un intruso, de un consejero no invitado. El hombre y la mujer, en su libertad de decisión, escogieron desobedecer a Dios. En realidad, la mujer, Eva, esa ayuda idónea que debía estar bajo autoridad, alteró todo el orden de la creación, usurpó el rol que no le correspondía, tomó el asunto en sus manos y le dio oídos a ese consejero, y abierta y deliberadamente, desobedeció la orden explícita de Dios.

Invirtió el orden de autoridad, desobedeció y tomó del fruto del árbol que se le había prohibido, y dio a su marido, el cual también comió. Así llegó el día más negro de la historia de la humanidad. Todo cayó bajo maldición, la raza humana y toda la creación sucumbió bajo los efectos del pecado de nuestros primeros padres, y hoy todo sufrimiento, dolor, enfermedad, tristeza tienen su origen en aquel día.

Es ahí donde nos encontrábamos tú y yo como mujeres, muertas en delitos y pecados, desobedientes, rebeldes, duras y necias de corazón, confundidas. Despreciamos el diseño de Dios, y de ahí en adelante, a nosotras las mujeres nos molesta lo que significa ser ayuda idónea y estar bajo autoridad y en especial bajo la sujeción al marido. Vivimos en una época en la que nadie tiene que decirnos qué debemos hacer, cómo o cuándo debemos hacerlo y mucho menos sujetarnos a ninguna autoridad y en especial a ningún hombre.

El diseño divino no encaja. La mujer detesta que se le diga que tiene que someterse y ayudar. Ella ataca, contradice, compite y se defiende. En medio de nuestra confusión tenemos definiciones equivocadas de los términos que Dios usó en nuestro diseño de creación. Ahora la mujer socava la autoridad en vez de sujetarse a ella. Y busca su satisfacción en cisternas rotas que no retienen agua.

Todo esto que sentimos que combate contra nuestros deseos de agradar a Dios es, en efecto, el resultado de la caída. Hay una rebeldía contra nuestro Diseñador y por ende contra nuestro diseño original.

Pero Dios, que es un Dios misericordioso, omnisciente y soberano, no se sorprendió ante la desobediencia de Sus hijos; ese día, el plan de redención de la humanidad, concebido en la mente eterna de Dios desde antes de la fundación del mundo, también se puso en marcha.

Él pudo haber destruido y desechado para siempre a Sus criaturas, pero, aunque a partir de entonces todos nacemos bajo pecado, todos nacemos enemigos de Dios, todos nacemos muertos espiritualmente, en el mismo relato de Génesis 3 tenemos la promesa de un Redentor. Adán y Eva recibieron, y en especial Eva, las tiernas misericordias de Dios. Ese Dios misericordioso y fiel se acuerda de que somos polvo.

Un fragmento del libro Mujer verdadera (B&H Español)

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