Por Wendy Bello

Esto sucedió hace algunos años, pero creo que la lección nunca pasará de moda.

Mi hija había llegado de la escuela con varios libros de la biblioteca, pero el que traía en la mano enseguida llamó mi atención. Supongo que fuera en parte ese “sexto sentido” que dicen tenemos nosotras las mujeres, especialmente las madres.
El libro era sobre animales, pero algo me parecía sospechoso. Para no dilatar la historia, luego de leer la contraportada y buscar un poco de información, mis sospechas quedaron corroboradas pues la autora es parte de un llamado “movimiento espiritual” que no compartimos.

Por supuesto, ahí mismo llegaron las quejas de mi primogénita que entonces tenía 7 años: “qué tiene de malo el libro… yo lo quiero leer… son solos osos”, etc., etc. Y en ese instante tuve que pedirle a Dios sabiduría, en una oración más rápida que la luz, y darle una explicación.

Le dije que nuestra mente es como un saco, y nosotros tenemos que ser muy cuidadosos con lo que vamos a depositar en él. ¿Serán cosas buenas, que agraden a Dios? ¿Cosas que nos ayuden a crecer, que están alienadas con lo que creemos? Le expliqué también que llegará un momento en la vida cuando ella tendrá que decidir por sí sola qué cosas va a poner en ese saco imaginario, pero mientras tanto, papá y mamá tienen que enseñarle y ayudarle a tomar decisiones sabias que sean para su beneficio.

Tú y yo hace mucho tiempo dejamos atrás la época en que nuestros padres decidían qué echar en nuestro «saco». Nos toca ahora jugar ese papel con nuestros hijos y, si me permites un consejo de una mamá a otra, aunque solo tengo 16 años de experiencia, debemos ser diligentes y muy cuidadosas con esta tarea. Revisa los libros; los programas de televisión, aunque solo sean dibujos animados; las películas y las canciones. No todo lo que brilla es oro. Los medios de televisión, música y cine son solo grandes compañías cuyo objetivo primario es producir ganancias y no precisamente edificar y cultivar la mente de nuestros hijos. Esa responsabilidad es tuya y mía, y tenemos un breve espacio de tiempo para hacerlo.

Lo mismo aplica a los juegos de video. Mi corazón se duele cuando veo niños que apenas pueden caminar, con la mirada clavada en una pantalla durante más tiempo del que puedo contar. Y si has escuchado las noticias, sabemos las cosas horribles que a las que muchos niños y adolescentes se han sido expuestos cuando pensaban que simplemente estaban visitando un sitio web aprobado para su edad.

No me malentiendas, no estoy juzgando la manera en crías a tus hijos, estoy hablando como hablaría contigo una amiga o hermana. Estamos en una batalla por el alma de nuestros hijos, de eso se trata. El enemigo anda como león rugiente, es devorador por excelencia, y mientras más temprano comience su labor, más fácil será.

Sé que a veces es más cómodo dejarlos frente a una pantalla que invertir tiempo en jugar con ellos, salir o conversar. Nos vemos tentadas a esta opción porque sí, es cierto, tenemos mucho que hacer. ¡Pero esta tarea tiene prioridad! Cada cosa que vemos y escuchamos va moldeando nuestra cosmovisión, nuestra percepción del mundo que nos rodea. Si dejamos esa labor a los medios, ¿Cuáles crees que serán los valores de la próxima generación? ¿Qué será lo que llene sus corazones?
Antes de terminar, una nota para nosotras, las mamás, tías, abuelas, amigas, que ya calificamos en el grupo de «adultos». ¿Qué estás echando en tu «saco»? La Palabra de Dios nos dice:

«Todo me está permitido, pero no todo es para mi bien» (1 Corintios 6:12).
Seamos selectivas. Con la mente sucede igual que con el cuerpo, si le damos comida saludable, tendremos un cuerpo saludable; si alimentamos nuestra mente con cosas edificantes y agradables a Dios, será eso lo que obtendremos. Y lo contrario también se cumplirá. Es la clásica ley de la siembra y la cosecha.
Como discípulas de Cristo nuestro llamado es a una mente renovada: «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta» (Romanos 12:2). Pero no podemos tener una mente renovada si tan solo la alimentamos con lo que el mundo sin Dios nos ofrece.

El tiempo es un lujo en el siglo XXI, ¿Por qué desaprovecharlo en cosas que no valen la pena? Antes de dedicar una hora, dos, o el tiempo que sea, a llenar tu mente de algo, pregúntate primero: ¿Será para mi bien? ¿Traerá provecho, crecimiento? ¿Esto me acerca más a Cristo o me aleja de Él?

Oremos al Señor por sabiduría, ¡realmente hay mucho en juego!

Wendy Bello es esposa, mamá, y alguien cuya pasión es escribir y hablar sobre el diseño divino de Dios para nuestras vidas.