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Por María Renée de Cattousse

Es bueno que uno de nuestros anhelos profundos sea dar fruto, porque a eso hemos sido llamadas, revisemos juntas estos pasajes: Juan 15:5, 15:8, 15:16; Mateo 3-8; Tito 3:14; Filipenses 1: 9-11; Santiago 3:17.  

Todos ellos nos recuerdan nuestra dependencia a Cristo,  lo necesitamos para permanecer arraigadas y sostenidas y dar fruto. Es Su Espíritu quien nos provee la ayuda diaria y constante para producir en nosotras el testimonio de una transformación de adentro hacia afuera, para dar gloria a Su nombre siendo testigos de Su poder y voluntad en nuestras vidas.

Las Escrituras constantemente nos apuntan a la necesidad de depender del Señor. Y mientras perseveramos se va dando el milagroso proceso de transformación (santificación) algo que no podemos lograr en nuestras fuerzas, pero que el Señor va haciendo en nosotras. (Filipenses 1-6)

Quizá el proceso nos parezca lento, pero es bueno recordar: para cosechar el anhelado fruto, el agricultor sabe que es necesario tiempo, paciencia, decisiones intencionales y diligentes para obtener el resultado. 

El fruto del Espíritu que se encuentra en Gálatas 5:22-23, te animo a que lo leas y medites no solo en lo que a primera vista parece una lista de virtudes.  Date la oportunidad de leer el capítulo entero, son 25 versículos.

Jesús prometió a sus discípulos que, al no estar ya físicamente, Él les enviaría el Espíritu a morar en ellos, haciéndoles saber que sería su ayudador y consuelo cada día a lo largo de sus vidas.

Esta promesa fue cumplida y en este tiempo sigue vigente en todo aquel que ha puesto su confianza en Jesucristo como Señor y Salvador,  “somos templo del Espíritu de Dios”.

En las semanas anteriores hemos meditando en el fruto del Espíritu y hoy veremos características de vivir bajo la mansedumbre y dominio propio:

Mansedumbre:  bondad, suavidad, sobriedad y prudencia en la manera en que nos conducimos, libre de arrogancia. Y como se refleja en el trato con las demás personas.

Dominio propio (templanza):  sujetar nuestras emociones y respuestas no permitiendo que se desborden y nos controlen.

Probablemente leer estos conceptos nos traiga condenación o cierta arrogancia, pero todas sabemos que no producimos estas nueve características del fruto del Espíritu, en la manera que vivimos, no podemos hacerlo.

Consideremos como una oportunidad  de orar para que el Señor nos ayude a crecer y madurar en nuestra vida espiritual reflejando en nuestra manera de vivir Su voluntad y deseo de dar fruto para Él. 

Recuerda leer el capítulo completo para  que juntas reflexionemos en nuestra vida práctica.

Reflexión

Pablo de una forma amorosa y pastoral exhorta a los creyentes a vivir libres de esclavitud, porque de allí fueron rescatados por el sacrificio de Cristo, esperar con ansias la justicia, y servirse unos a los otros, a no dar rienda suelta a sus pasiones sino todo lo contrario amarse, y no devorarse entre ellos, vivir por el Espíritu no por los deseos de la naturaleza pecaminosa.

Hermosos versículos que podemos aplicar en nuestra manera de vivir para que el fruto del Espíritu brille en nuestras vidas.

  • Anhelemos ser guiadas por el Espíritu de Dios que mora dentro nuestro. ¡Bueno es que deseemos dar fruto abundante!
  • Recordemos que pertenecemos a Cristo y renunciemos a nuestra tendencia a pecar, haciendo batalla a nuestro pecado, los malos deseos y pasiones que nos alejan de una vida piadosa.
  • Deseemos profundamente dar fruto para la gloria de Dios, bien nuestro y testimonio de que fuimos comprados por la valiosa sangre de Cristo.
  • Anhelemos la transformación de nuestro carácter día a día en las diferentes circunstancias, renunciando a irritarnos y envidiar a otros.
  • Veamos a los demás como sabemos que nosotros estamos: necesitados de la misericordia constante y la gracia de Dios.
  • Mostremos compasión por nuestros semejantes porque si han puesto su confianza en Jesús están también siendo transformados. Recordemos que en nuestras relaciones interpersonales el Señor nos pule dándonos una oportunidad para dar fruto de arrepentimiento y perdón que es también fruto evidente de un corazón que necesita del Señor, y reconoce su condición.
  • Perseveremos animadas hasta el fin porque es la fidelidad del Señor quien nos lleva a dar fruto, no nuestro esfuerzo en nosotras mismas.
  • Oremos para ser mujeres llenas de amor, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio.
  • Adoptemos una manera de pensar nueva, gobernada bajo lo que la Palabra de Dios nos ha enseñado, caminemos en quebrantamiento y humildad para poder dar el abundante fruto que anhelamos.

María Renée de Cattousse, pecadora, salvada por gracia, justificada por la fe en la obra de Cristo, redimida por la misericordia de Dios. Es miembro de la Iglesia Reforma en la ciudad de Guatemala. Esposa de Carlton, mamá de Mario René y Valeria. Odontóloga.

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