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Por Karla de Fernández

Hace unos días escuché una frase que me gustó muchísimo: “La maternidad es hermosa, mas no glamorosa”, y es tan cierta. Uno se imagina siendo mamá como las modelos que aparecen en las revistas de maternidad; la mamá impecable con tacones de 12 centímetros, peinado de salón, maquillaje impecable con pestañas postizas y el bebé que parece que nunca sufre de cólicos y que duerme toda la noche desde el primer día.

Y en verdad no dudo que existan mujeres así en alguna parte del mundo, pero no es mi caso. De hecho, la maternidad ha sido dolorosa en muchos aspectos y eso no es de sorpresa pues desde el Génesis se nos advirtió:

“A la mujer dijo: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto,
con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido,
y él tendrá dominio sobre ti.”
(Génesis 3:16)

Cuando leemos este versículo, solemos pensar que se refiere únicamente al parto, a los dolores por las contracciones y el alumbramiento, pero, la maternidad es dolorosa.

hay mujeres que sufren por no poder concebir.

    …mujeres con embarazos dolorosos, física y emocionalmente.

    …embarazos que no llegan a su fin.

    …hijos enfermos.

    …duele cuando dejan ver su pecado, su rebeldía.

    …duele cuando se van de casa para estudiar o para formar su propio hogar.

La maternidad duele, es difícil.

Cuando escucho a madres diciendo que todo ha sido miel sobre hojuelas, pienso que no están siendo totalmente honestas porque en algún momento la maternidad, duele. Y esto no es para desanimar a quienes están por ser mamás, ni para decir que es horrible la maternidad, para nada, es hermoso ese llamado que Dios nos ha otorgado por gracia; pero es bueno aclarar o recordar que eventualmente dolerá.

Romanos 8:28 nos dice que, “todas las cosas ayudan a bien a quienes amamos a Dios” (paráfrasis), y aun esos dolores, malos ratos, esas debilidades nos acercan más a Dios, ¿por qué? porque cuando aprendemos a ver más allá de lo evidente, cuando nuestros ojos están puestos en lo eterno, entonces recién es que empezamos a agradecer las pruebas por las que estamos siendo puestas.

Dios nos ha puesto en un lugar hermoso en la creación para dar a luz hijos naturales, espirituales y de corazón para prepararlos en esta vida de tal manera que ellos conozcan la verdad, amen a Dios y deseen servirle y glorificarle toda su vida, aunque sin duda eso traerá dolor a nuestra vida.

Sufriremos luchas y enfrentaremos pruebas que nos mantendrán de rodillas clamando a Dios por su protección, su sabiduría, la guianza del Espíritu Santo para instruir a nuestros hijos; y aunque con dolor, debemos dar gracias a Dios por darnos hijos e hijas que nos mantienen constantemente buscando Su Rostro en oración. (Salmo 27:8)

Hay algunas debilidades con las que las mujeres madres de familia luchamos o batallamos constantemente porque no somos madres perfectas, ni esposas perfectas. Luchamos con la impaciencia, la irritabilidad, la ira, el no mostrar gracia, la pérdida del gozo en nuestro llamado; y es sencillo darnos cuenta si estamos pasando por eso, tan solo necesitamos estar dispuestas a aceptarlo y recibir ayuda para terminar con todo esto y salir victoriosas un día a la vez. Y digo un día a la vez porque esas luchas no terminarán en este lado de la gloria, pues seguimos en proceso de ser perfeccionadas.

Pero ¿entonces, qué podemos hacer? Hay varias respuestas que pueden funcionarnos de acuerdo con nuestra madurez y sobre todo si estamos dispuestas a ver cambios significativos en nuestra vida. Necesitamos primeramente un espíritu enseñable, es decir, en verdad buscar el consejo de Dios y vivir para glorificarle y agradarle a Él.

Todas esas áreas necesitamos traerlas delante de Dios en oración para recibir ayuda. Aquí unos tips que pueden ayudarnos:

  • Busquemos tiempo a solas con Dios.
  • Hablemos a nuestra alma el Evangelio.
  • Leamos la Palabra, llenémonos de ella.
  • Hagamos uso de herramientas para recordar la Palabra, notitas con versículos clave, tarjetas, aplicaciones en el celular.
  • Busquemos consejo con nuestro esposo.
  • Rindamos cuentas a una mentora o una hermana mayor en la fe.
  • Llevar todo pensamiento cautivo al Señor.
  • Orar, orar y orar.
  • No te quieras autoredimir, es decir, no busques hacerlo todo por ti misma porque terminarás exhausta frustrada y quizás con sentimiento de culpa.
  • Recordar la obra de Cristo, Su paciencia, Su amor, Su gracia, Su servicio.
  • Recordar que no somos suficientes en nada, en nada.

Dios nos ha dotado de algo maravilloso que es el dominio propio, mira lo que dice:

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía,
sino de poder, de amor y de dominio propio.”
(2 Timoteo 1:7)

Este versículo es clave para nosotras que somos más emocionales, la maternidad puede darnos temor también, temor a las aflicciones que vienen con la maternidad, temor a perder “nuestra vida propia” y todo eso es un engaño porque en Cristo hemos sido hechas nuevas; y si en verdad aprendemos a vivir el Evangelio reconoceremos que la vida dura, sobre todo la vida cristiana. No temamos a vivir con aflicciones porque se nos revelará esa gracia de la que habla en 2 Timoteo 1:8-9

Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, prisionero suyo, sino participa conmigo en las aflicciones por el evangelio, según el poder de Dios, quien nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad.

Pasaremos aflicciones amada hermana, ya se nos ha advertido en los Evangelios, en Efesios, en Tesalonicenses. No temamos porque por causa del Evangelio sufriremos, pero Cristo Jesús es nuestra esperanza, en quien está anclada nuestra fe. Dios no ha terminado su obra en nosotras, aún estamos en esa carrera en la que nos va perfeccionando.

Recordemos que es un privilegio ser madres naturales, espirituales y del corazón. Como madres somos parte de una cadena, somos un eslabón de generación en generación que está participando en la redención de un pueblo al compartir con nuestros hijos Su Palabra, Su legado, Sus planes para que ellos a su vez lo transfieran a la siguiente generación y así hasta que Cristo vuelva.

Todo lo que vivimos en esta tierra tiene un propósito, cada lucha, cada deseo incumplido, cada aflicción y frustración en nuestra vida tienen un propósito. Somos parte de esa historia que Dios ha trazado, la que Él escribió, somos parte de su propósito eterno y entre esos propósitos se encuentra… Nuestra maternidad. ¡Gloria a Dios por ello!

Karla de Fernández es hija y sierva de Dios por gracia. Esposa y madre. Blogger en www.soymujerdevalor.com desde donde comparte con las mujeres su pasión por la Palabra de Dios, con el fin de saborear y atesorar la belleza del Evangelio en nuestro diario vivir.

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