Skip to main content
[Reconociendo a Dios en Su Palabra]

Jen Wilkin

Quien adora la Biblia ama un objeto. Quien adora a Dios ama a una persona. Podemos amar la Biblia con nuestras mentes, pero no podemos amarla con nuestros corazones más de lo que podemos amar un carro o un capuchino. Un objeto no puede recibir amor o corresponderlo. Solo una persona puede hacerlo.

Entonces, si has leído este libro para amar más la Biblia, quiero aplaudirte y al mismo tiempo hacerte una advertencia. Te ruego que aprendas a amar a Dios con tu mente mediante el fiel estudio de Su Palabra, pero también te ruego que no amarres tus afectos a ninguna otra cosa que no sea la persona de Dios mismo. Nuestro estudio de la Biblia es provechoso si aumenta nuestro amor por el Dios que esta proclama.

El estudio de la Biblia es un medio para un fin, no un fin en sí mismo. Es un medio para amar más a Dios y vivir de una manera diferente porque hemos aprendido a contemplarlo mejor. Es también un medio para llegar a ser lo que contemplamos. El amor recíproco de Dios es un amor que transforma.

Tu amor por Dios se incrementará al conocerlo mejor. Pero nunca pierdas de vista que tu influencia se notará por la manera en que usas tu corazón, no tu mente. Los cristianos seremos conocidos por nuestro amor, no por nuestro conocimiento.

Hay muchas buenas razones para invertir en aprender la Palabra de Dios, pero no hay ninguna mejor que esta: cada esfuerzo con propósito, cada lectura con perspectiva, cada paso hacia adelante con paciencia, cada intento de seguir un proceso ordenado, cada porción de las Escrituras impregnada con oración, todo eso nos acerca más a Su aspecto y nos pone en línea con el resplandor de Su rostro. Lo vemos por quién es Él, lo cual es sin duda una recompensa en sí misma, pero también es una recompensa con el beneficio secundario de ser alterado para siempre por esta visión.

Debemos buscar ese rostro, aunque los bebés sigan llorando, las cuentas continúen creciendo, las malas noticias continúen llegando sin previo aviso, aunque las amistades crezcan y mengüen, aunque lo fácil o lo difícil debiliten nuestra santidad, aunque mil rostros se amontonen por nuestros afectos y mil voces reclamen nuestra atención. Al fijar nuestra mirada en ese rostro, intercambiamos la gloria humana por la santidad: «… contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu» (2 Cor. 3:18).

A aquel que lo busca, el Señor se complace en levantar Su rostro, ahora y siempre. Estudia bien los contornos de Su rostro. Contemplemos Su hermosura al tocar nuestras mentes y corazones. Y seamos transformadas.

Un fragmento del libro Mujer de la palabra: Cómo estudiar la Biblia con mente y corazón (B&H Español)

Accede a este libro en Amazon (http://amzn.to/2ryULN7) o visita nuestros distribuidores internacionales (https://goo.gl/qwzOh7).

Leave a Reply

Hit enter to search or ESC to close