Skip to main content

Por Verónica Rodas.

¿Qué hacemos con nuestros hijos una vez que han reconocido su error y han pedido perdón? Un gran pasaje bíblico para aprender al respecto es 2 Corintios 2:5-11. 

El apóstol Pablo le escribe a los hermanos en Corinto acerca de una persona que había pecado pero ahora estaba dando muestras de verdadero arrepentimiento. 2 Corintios 2:6,7: “Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos; así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle…”. 

Aquí encontramos un claro ejemplo de cambio de actitud al ver genuino arrepentimiento. Ahora se presenta un deber. “Vosotros más bien DEBÉIS perdonarle y consolarle…”. 

Nuestros niños pueden hacer muchas cosas malas. Al corregirlos, puede que empiecen a llorar por estar realmente dolidos por lo que hicieron. ¿Qué hacemos? Puede pasar que en ese momento nos supere nuestro enojo y sigamos todo el día recordándoles lo que hicieron mal. Otro error que podemos cometer, es ponerles un castigo puntual. Al otro día, luego de que han cumplido con esa disciplina y piden perdón, nosotras seguimos con el enojo, y les seguimos recriminando por su error. No nos damos cuenta que nuestra disciplina en ese momento no tiene nada que ver con un acto de amor hacia ellos o una preocupación por su bien, sino que solamente estamos siendo superadas por nuestra carácter no crucificado. Tristemente, en estos casos, les decimos a nuestros hijos que los corregimos por su bien, pero ellos ven claramente nuestra realidad. 

Ahora era momento de acciones concretas hacia el perdón y el consuelo. Así como reflejamos la actitud de Dios hacia el pecado exhortando, ahora debemos reflejar la actitud de Dios ante el arrepentimiento sincero: es necesario el perdón y el consuelo. 

¿Qué pasará si no tenemos esta actitud con ellos? El apóstol Pablo agrega en el versículo 7: “para que no sea consumido de demasiada tristeza”. La tristeza por el pecado puede trabajar como un medio en nuestros hijos para ayudarles a ver cómo realmente son, y cuanto necesitan el perdón en Cristo y la ayuda de Dios diaria. Pero cuando la tristeza no encuentra consuelo empezará a desanimar, frustrar y abatir de maneras que empiezan a ser peligrosas. Y así Pablo hasta les ruega en el versículo 8: “Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él”. Y luego espera de verdad que esta confirmación de amor tan necesaria sea llevada a cabo: 2 Corintios 2:9,10 “Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo. Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo”. 

Satanás intentará por todos los medios llevar a nuestros hijos hacia el pecado insistiéndoles en que no sólo no les vendrá ninguna consecuencia mala, sino que traerá grandes beneficios. Y luego, cuando los exhortemos, o ellos mismos descubran que los resultados son catastróficos, el diablo intentará inclinar la situación hacia el otro extremo: la culpa, la condenación, el desánimo total, el pensamiento: “yo no sirvo para esto. El seguir a Cristo no es para mí. Dios no puede amar a alguien como yo. Mejor me entrego al mundo”. Por esto Pablo ruega: “Ahora confirmen el amor para con él… Para que Satanás no gane ventaja alguna”. 

Que el Señor nos ayude a crecer en ese amor del que habla Filipenses 1:9: “amor que abunda más y más en ciencia y en todo conocimiento”. Para amar a nuestros hijos sabiamente.

Verónica Rodas es esposa del pastor Luis Rodas. Madre de Cintia (17) y Zoé (6). Juntos sirven al Señor en Córdoba, Argentina. Su anhelo es mostrarle a la mujer lo deleitoso y hermoso que es ser discípula de Cristo.

3 Comments

Leave a Reply

Hit enter to search or ESC to close