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Pasaje devocional: Juan 14:16-27

Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. Juan 14:16-17

Los seres humanos estamos sujetos al sufrimiento. Sufrimos cuando muere un ser querido, si perdemos el trabajo, si nos enfermamos, si fracasamos en una empresa, etc. Podríamos decir que sufrimos durante la vida terrenal, aunque unas veces más intensamente que otras. En cada ocasión necesitamos el apoyo de alguien que nos consuele, alguien que nos comprenda. La comprensión es importante para el que sufre y el consuelo de una mano amiga es vital.

Gracias a Dios los creyentes en Cristo contamos con el apoyo, la comprensión y el consuelo del Espíritu Santo. El Espíritu es el Consolador por excelencia porque Su poder nos sostiene, nos reanima y fortalece cuando atravesamos por la prueba y el dolor. Cuando parece que la tristeza nos ahoga y estamos a punto de sucumbir, la acción poderosa del Espíritu de Dios cambia la situación: la paz substituye al desosiego, la confianza desecha la duda, el gozo desaloja el dolor y la fortaleza de Dios vence nuestra debilidad. Esa es la obra del gran Consolador, el Espíritu Santo.

Los que conocemos a Jesús como Salvador y Señor, sabemos que su Espíritu mora en nosotros, le conocemos porque conocemos a Cristo y como mora en nosotros nos bendice en los momentos de sufrimientos. Esta es la gran bendición de los cristianos, la salvación en Cristo trae consigo la presencia permanente del Consolador y su obra en nuestras vidas.

En la prueba, clamemos que el Espíritu que mora en nosotros nos consuele.

Un devocional de Revista Quietud

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