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Por Cathy Scheraldi de Núñez

Hay cosas que hemos leído muchísimas veces y lo creemos, sin embargo, nunca preguntamos ¿por qué?. Creemos el increíble hecho de que Dios mismo se hizo carne (Juan 1:14) y murió por nosotros (1 Pedro 3:18), sin embargo, nunca preguntamos por qué retuvo las cicatrices cuando resucitó.

Si Él es todopoderoso, ¿no podía quitarlas ya que logró el propósito de morir?  Entonces, como nuestro Dios es un Dios de propósito (Salmo 33:11) y nada se le escapa (Proverbios 15:3), nos obliga buscar lo que está escrito en Su palabra sobre esto. ¿Hay cosas escritas que nos puedan ayudar a entender el porqué? Creo que sí.  Jeremías 29:13 nos asegura: “Me buscaréis y me encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón.”

En un mundo que vive en las tinieblas, las cicatrices son una vergüenza y por ende la rama de medicina de cirugía plástica llega a ser un negocio billonario.  Las cicatrices y las imperfecciones deben ser removidas porque la belleza y la perfección son la meta. ¿Esta meta es alcanzable? Claro que no, aun aquellos que nacen bellos, lo pierden con la vejez. El único perfecto es Dios y entonces debemos preguntarnos ¿de dónde se origina esta búsqueda? ¿Dios nos pedirá lo que es imposible? La respuesta es obvia.

Entonces indagamos en Las Escrituras y encontramos que de todos los ángeles, aquel quien fue lleno de sabiduría y perfecto en hermosura fue Lucifer (Ezequiel 28:12) y se llenó de orgullo queriendo ser como Dios (Isaías 14:13), y entonces Dios lo envió a la tierra (Isaías 14:12) donde él reina sobre las tinieblas como príncipe (Efesios 2:2), cegando a aquellos que no creen en Dios (2 Corintios 4:4).  Mientras Satanás puede mantenernos orgullosos y con metas inalcanzables, vivimos atemorizados con inseguridad y frustración. Candace Bergman resumió esto cuando dijo: “Aunque la belleza te da un extraño sentido de derecho, es bastante atemorizante y amenazante que otros atribuyan tanta importancia a algo que sabes que solo estás alquilando por un tiempo.”

Aun las cristianas, comprometidas con Cristo y fieles a la iglesia, cuando evaluamos en la profundidad de nuestro corazón, nos damos cuenta que la belleza, el peso, la ropa, el pelo y la piel todavía tienen preponderancia en nuestras vidas y debemos luchar para ponerlos en su debido lugar, bajo el señorío de Cristo. Entonces si Jesús se quedó con las cicatrices, la belleza y las cicatrices de la vida no son feas para Dios, sino que tienen un propósito y debemos buscar cuál es.

Ahora me pregunto ¿Cuál es su propósito? ¿a Dios no le gusta la belleza? Según  Eclesiastés 3:11, Dios es quien hace todo bello. Sin embargo la belleza no necesariamente es la apariencia física, sino lo que Dios considera bello. La pregunta que entonces surge es, si Jesús se quedó con Sus cicatrices, ¿es posible que Él las encuentra bellas? Y como esto es el opuesto de lo que creemos, viviendo en un mundo de tinieblas, ¿será posible que pudiéramos llegar a verlas así cuando las evaluamos en la luz?  Escuchemos lo que Proverbios 16:31 nos instruye: “La cabeza canosa es corona de gloria,” mientras el mundo nos dice “mientras hay tinta no hay razón de tener canas.”

Y esto es a pesar de que 1 Pedro 3:3-4 nos dice: “Y que vuestro adorno no sea externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios.” ¿Y por qué´  Porque el Señor no pone importancia en el exterior sino en el corazón (1 Samuel 16:7). Si la belleza tenía tanta importancia para Dios, no existirían personas desfiguradas. Un estado normal que siempre me ha llamado la atención es la mujer embarazada. Es un privilegio y gozo que el Señor ha regalado a las mujeres de participar con Él en traer un nuevo ser humano al mundo. Si observamos lo que ocurre a la figura durante este estado, vemos una distorsión total del cuerpo, que muchas veces deja sus secuelas. Como es Dios quien crea las personas, es Él quien diseñó este método, incluso ahí vemos que el exterior no es tan importante como el interior.

Como el exterior es lo más fácil para nosotras evaluar, no solamente porque es lo que sale a la vista y por ende es más difícil esconder los defectos, sino también porque es lo más fácil de corregir, el mundo se mantiene en lo superficial en cosas que pueda controlar… por un tiempo. Todas las dietas, ejercicio, cirugías plásticas y maquillajes ayudan, sin embargo, el tiempo al final gana y nos envejecemos. Pero Dios dice en Eclesiastés 3:11 que Dios es quien hace todo bello … “a su tiempo.”  En el tiempo del Señor vemos la belleza. Y lo que realmente hace a una persona bella es su corazón (Mateo 15:18). El corazón solamente el Señor puede cambiarlo y muchas veces Él utiliza lo que produce las cicatrices.

Dios Padre está formando a sus hijos a la imagen de Jesús cuando atravesamos por las dificultades, algo que no ocurre en los no creyentes y por ende nuestras cicatrices y la forma en que atravesamos el dolor son megáfonos para un mundo que no puede hacerlo. Cuando Jesús resucitó y mantuvo las cicatrices de la cruz, estas no disminuyeron Su Gloria, como vemos ilustrado en Juan 20:27-28 ”Luego dijo a Tomás: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!.”  Eran evidencia de un amor tan grande que Él se hizo carne y pagó el precio que no pudimos pagar (2 Corintios 5:21).

Él fue marcado para siempre para evidenciar un amor eterno.  Fueron Sus cicatrices las que restauraron nuestras mentes, nuestros corazones y nuestras almas. Sus cicatrices nos recuerden que tenemos un sacerdote que puede compadecerse con nuestras flaquezas (Hebreos 4:15), animándonos a seguir adelante hasta el final. Y es a través de nuestras cicatrices que nos parecemos más a nuestro Señor y nuestras cicatrices serán evidencia de Su Gloria. Para entender que nuestras cicatrices son bellas tenemos que evaluarlas a la luz de la cruz.

Cuando atravesamos por situaciones de dolor, cuando tenemos heridas y vamos donde nuestro cirujano plástico Jesucristo, en vez de quitar las cicatrices, Él las deja para cambiarnos. Cuando los no creyentes pasan por dolor y heridas, sus corazones se ponen más endurecidos, sin embargo, Él utiliza las dificultades en Sus hijos para ablandarnos, dándonos un corazón de carne (Ezequiel 36:26). Por esto 2 Corintios 4:16 nos dice: “…aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día.” La belleza exterior es vana, sin embargo, la interior es preciosa a los ojos de Dios  (Proverbios 31:30) y lo que es vergonzoso aquí en la tierra será respetado, admirado y premiado en el cielo.

Y cuando nosotras resucitamos, nuestras cicatrices serán evidencia de Su Gloria y entonces entenderemos lo que no vimos aquí… nada es más bello que parecernos a Jesús. Nada da más gloria a Él que nuestras cicatrices. Sus cicatrices tuvieron propósito y las nuestras también, así como las marcas que va dejando nuestro proceso de envejecimiento.

Cathy Scheraldi de Núñez es parte del ministerio para mujeres “Ezer” de la Iglesia Bautista Internacional en Santo Domingo, Directora Programa Radial Mujer Para La Gloria de Dios  y co-escritora del libro “Revolución Sexual” junto con su esposo el pastor Miguel Núñez. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.

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