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Por Mirna Espinoza

El espejo puede ser un arma mortal, un enemigo. Todos tenemos espejos en el baño, en el cuarto, en la sala o en el carro. Hay quienes pueden permanecer frente a él durante mucho tiempo, pero para otros puede ser un momento de juicio y crítica constante.

Este es un tema difícil para mí, un aguijón constante que me persigue y me hace dudar frecuentemente. Anhelar tener una apariencia diferente es algo que se puede sufrir en silencio. Es vergonzoso aceptar que esto pasa interiormente, mientras vemos nuestro exterior. Y aunque parece superficial, lo analizaremos, pues la raíz de este mal revela algo más profundo.

¿Alguna vez has visto a una amiga y deseado su cabello, sus ojos o sus labios? ¿Te has encontrado a ti misma viendo Instagram anhelando la belleza en las fotos de otras personas? ¿Te has visto en el espejo y has dicho “quisiera ser diferente” “quisiera tener esto o aquello”? Todas hemos estado ahí en algún momento.

¿Por qué pasa esto? ¿Qué genera esta inconformidad constante con nosotras mismas? La respuesta proviene de la historia triste del pecado que habita en nosotros, esta condición que nos aleja de Él y nubla nuestra vista a cosas que no tienen valor eterno.

Quisiera presentarte 2 razones a la luz de la escritura, que revelan el porque de este deseo de tener otra apariencia:

La primera razón, orgullo. Recuerdo molestarme cuando lo escuche. ¿Cómo va a ser orgullo si siento lo opuesto? Generamos un estándar interno de cómo deberíamos ser y al darnos cuenta que no lo llenamos, nos sentimos mal y vivimos en constante comparación. Esta inconformidad es fruto del  orgullo. Resulta que nos encontramos pensando en nosotras mismas, nuestra mente se inunda de “mí” y ”yo”.

“Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado”. Romanos 12:3

La segunda razón es por falta de agradecimiento. No somos agradecidas ante lo que el Señor nos ha dado. Nada de lo que el Señor crea es un error, mal planificado o fuera de lugar.  Ver al espejo y criticar constantemente lo que vemos es olvidarnos que somos criaturas diseñadas especialmente. Dios creó todo, y todo fue hecho para traerle gloria. Fuimos creadas para darle gloria a Dios, no a nosotras mismas.

Pero, ¿en dónde está la salida, el alivio, el cambio de perspectiva? Aunque  quisiera enlistar una serie de paso a seguir, solo hay algo a lo que podemos aferrarnos fuertemente. Cuando la ola de malos pensamientos y sentimientos de odio y desprecio ante lo que somos se acerquen, podemos refugiarnos en el único lugar seguro, constante y permanente que existe, en Jesús. 

Quisiera animarte en tres verdades:

  1. La primera es reconocer día a día que nosotros  NO nos creamos a nosotras mismas. No diseñamos nuestro color de ojos, nuestro tipo de cabello, el metabolismo que tenemos, nuestra altura o el tamaño de nuestra nariz. Entonces apreciemos el trabajo de quien sí lo hizo. No se trata de creer que “eres suficiente” “ perfecta”  o de que “no necesitas a nadie más que tú”. 

No se trata de empoderarte, sino de magnificar al Creador, apreciando que las facciones de nuestro rostro, el detalle de los tonos en nuestros ojos,  revelan una mente creadora llena de gracia, que se dedicó a crearnos de una manera singular e irrepetible. TODO HABLA DE ÉL

Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! Salmo 139:13-14

2. Segundo, estamos creadas para la eternidad y estos cuerpos son temporales. Cada vez que estemos inconformes con nuestra apariencia, pensemos que ese sentimiento es parte del mundo caído en el cual vivimos. Nuestros cuerpos son instrumentos para glorificarlo y servirlo.  Instrumentos para servir a otros y señalarlos a Cristo. Todo cuerpo por mas perfecto que sea, es temporal. Lo importante es como usamos este cuerpo para Su Gloria no como luce. TODO SE TRATA DE ÉL. 

“Engañosa es la gracia y vana la belleza, la mujer que teme al Señor esa será alabada.” Proverbios 31:30

“En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y estamos esperando que del cielo venga el Salvador, el Señor Jesucristo, que cambiará nuestro cuerpo miserable para que sea como su propio cuerpo glorioso. Y lo hará por medio del poder que tiene para dominar todas las cosas.” Filipenses 3:20,21

Tercero, la obra de Cristo por nosotras y en nosotras es nuestro verdadero valor.

 Un ejercicio que hago para recordarme esta verdad es pensar en todo lo que me rodea: árboles, cielo, flores, montañas, estrellas, planetas, galaxias. Ser consciente de la creación me hace asombrarme del Creador.  Ese Dios majestuoso al que decidí darle la espalda, expresó su majestad en gracia, decidió amarme. Ese Dios inmenso, lleno de poder y autoridad, se hizo bebé para atraerme a Él. Allí está mi valor, en Su obra, en Su amor, en Su misericordia. 

“Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto.”  1 Pedro 1:18-19

 Cada vez que no estemos satisfechas con nuestra apariencia recordemos que no nos creamos nosotras mismas, que este cuerpo es pasajero y que nuestro valor no está en lo que dicen de mí o en lo que veo en el espejo, está en Cristo Jesús.

Mirna Espinoza, una joven soltera. Sirve al Señor en la ciudad de Guatemala con jóvenes y niños. Busca que a través de sus escritos se toquen temas en los cuales muchos puedan sentirse comprendidos y sobre todo que conozcan más del amor, gracia y misericordia del Señor.

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