Skip to main content

Por: Karla de Fernández

Siempre me llamaron la atención estos versículos: 

Aleja de mí la mentira y las palabras engañosas, No me des pobreza ni riqueza; Dame a comer mi porción de pan, No sea que me sacie y te niegue, y diga: «¿Quién es el Señor?». O que sea menesteroso y robe, Y profane el nombre de mi Dios” (Prov. 30:8-9).

Me he dado cuenta de que hemos confundido tener necesidad con deseo. Es muy probable que te puedas identificar con este pensamiento: Necesito un teléfono última generación con cuatro cámaras y esa pantalla super brillante 4K… ¡Realmente lo necesito! Si somos sinceros, la realidad es que solo lo deseamos, no es una necesidad.

¿Qué es una necesidad? Lo indispensable para vivir, aquello que no puede faltar en nuestras vidas. Estamos hablando de algo tan esencial como el techo, el abrigo o la alimentación. Esas son necesidades que Dios, el Señor creador del cielo y la tierra, prometió darle a sus hijos.

“Por tanto, no se preocupen, diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿con qué nos vestiremos?”. Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas” (Mt. 6:31-32).

Podemos estar convencidos de la provisión de Dios para nuestras necesidades básicas, pero nuestros corazones engañosos se van tras todo lo que no es indispensable para vivir, buscando satisfacer nuestro deseo de aprobación. Esta es una manera de ser ingratos con Dios, porque buscamos con más ahínco todo eso que no nos nutre, todo aquello que no nos da seguridad ni abrigo. Entonces, volvamos una vez más al consejo del proverbista, “No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; no sea que me sacie y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que, siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios”. Creo que este es un consejo para aprender a vivir bien sin dejarnos llevar por el amor al dinero ni a las posesiones que, como le decía Pablo a su discípulo Timoteo, es la raíz de todos los males (1 Tim. 6:10).

A través de toda la Biblia podemos ver cómo Dios siempre suple a sus hijos. En ocasiones de formas tan extrañas como cuando cada mañana había maná que caía del cielo para alimentar a millones, o como aquella vez que envió a unos cuervos a alimentar al profeta Elías. Dios y sus formas tan fuera de lo común, pero tan compasivas para cuidar de los suyos. 

Debemos aprender a depender de Dios por sobre nuestras propias fuerzas, nuestra cuenta bancaria, o de quienes nos rodean. Nuestra confianza está en Dios. Él es la fuente de nuestra seguridad y, por consiguiente, de nuestro gozo. Aún en estos días vernos también su provisión. Quizá Dios no envía cuervos para alimentarnos, pero tenemos un empleo y un salario, a nuestro alrededor hay personas que están dispuestas a ayudarnos y apoyarnos cuando tenemos necesidad, aun cuando no lo pedimos. El Señor está detrás de todo eso. Dios sigue pendiente de sus hijos. Confía y gózate en tu Señor. 

Recuperemos el gozo

El amor al dinero cuesta caro, nos consume y nos puede hasta costar el alma. Pero el buen Dios de los cielos que cuida de sus hijos, los alimenta y sustenta, sabe que nuestros corazones están siempre alejándose de Él, buscando lo material antes que buscarlo a Él.

Si fuera por nosotros, no recurriríamos a Dios, y mucho menos cuando creemos que tenemos todo lo suficiente para vivir. Seguiríamos creyéndonos autosuficientes y haciendo uso de nuestras fuerzas para obtener lo que deseamos, porque nos hemos creído la mentira de que somos lo que tenemos, pero tarde o temprano nos daremos cuenta de que no es así.

Pero Dios, conociendo esa tendencia de ir en contra de Él y por el inmenso amor que nos tiene, no nos deja morir en nuestros delitos y pecados. No nos deja esclavos ese amor enfermizo que nos seduce hasta consumirnos; ese amor falso, efímero y banal.

Él nos llama y atrae con cuerdas de amor, algunas veces poco a poco, otras veces de un jalón hacia Él. Su intención es que sepamos que con amor eterno nos ha amado, y por eso nos habla acerca de cómo nos planeó y llamó a Él. Ese amor es para corazones sedientos y necesitados de todo, de afecto, de aceptación, de identidad, Él tiene todo eso y más para nosotros a manos llenas, y por eso nos llama y no podemos resistir a su llamado.

Cuando vamos a Él nos damos cuenta de cuán pequeño es el humano y cuán grande es Dios. Él es lo único que necesitas para vivir y vivir bien, en plenitud, con gozo, con libertad y una paz que solo Él y nada ni nadie en todo el cosmos y el universo es capaz de brindar.

Entre sus brazos reconocemos que aun teniendo nada o teniendo muy poco, eres capaz de vivir con gozo y gratitud porque Él nunca te dejará ni te desamparará y todos los días, sean buenos o malos, Él siempre estará presente porque lo ha prometido.

Cuando tienes los ojos puestos en Él, puedes decir en voz alta como dijo Pablo mientras estaba en una cárcel lúgubre luego de recibir una ayuda monetaria de sus discípulos de Filipos:

“Me alegré grandemente en el Señor de que ya al fin han reavivado su cuidado para conmigo. En verdad, antes se preocupaban, pero les faltaba la oportunidad. No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:10-13).

Nuestra felicidad y gozo no depende de nuestra cuenta bancaria ni de los bienes que poseamos, sino de la seguridad que tenemos en Cristo, quien dio su vida por nosotros. Él fortalecerá nuestra fe cuando tengamos necesidad y suplirá nuestras necesidades como lo prometió. Él nos fortalecerá cuando su voluntad es que tengamos más, para que no desviemos nuestros pies tras el amor falso del dinero, sino que reconoceremos que todo lo que somos y tenemos es gracias a Él.

Dios nos ayude a nunca jamás olvidar que dependemos de Él, que lo necesitamos y a Él le pertenecen todas las cosas, tanto arriba como debajo de los cielos, incluyéndote a ti, a mí y lo que Él decida darnos.


(Este artículo fue tomado del libro “El secreto del Gozo” por Karla de Fernández, publicado por B&H Español).

2 Comments

  • Norita dice:

    Excelente forma de Dios para recordarnos nuestra dependencia de él y que en él está la plenitud de gozo. Gracias Karlita

  • Angélica dice:

    Muy bien explicado,. Debemos aprender a depender de Dios,. Y no estar afanados , me gusta el texto de proverbios proverbios 30:8-9.
    Gracias hna. Karla de Fernández,. Ya no había mirado nada de usted hna. Bendice con sus temas DLB.

Leave a Reply

Hit enter to search or ESC to close