Skip to main content

Por Verónica Rodas

“Si alguno viene a mí, y no aborrece su propia vida, no puede ser mi discípulo”

Lucas 14:16.

Dentro de las condiciones que Jesús puso a Sus seguidores, sin duda esta es la más difícil: “RENUNCIAR A TU YO”. Ahora, si lo entendemos, esto es positivo en todos los sentidos. Jesús nos está diciendo que el discípulo pierde TODO, humanamente hablando, y obtiene riquezas sumamente mayores comparadas con sus “pérdidas” terrenales. 

Todas nosotras, si realmente anhelamos agradar a Dios, debemos ser conscientes de que cada vez que dejamos cosas que eran para beneficio propio, por amor a nuestro esposo, estamos siendo discípulas de Cristo. Miles de situaciones con nuestro marido se nos presentan en el día, ¿qué hacemos?

1. Actuamos para nuestro “propio beneficio” y “derechos”, ó 2. Decidimos seguir a Jesús y lo que Él pide. 

De forma práctica, un ejemplo puede ser tu tiempo: ¿cuánto cuidas tu tiempo, tus horas de sueño? Podemos argumentar de diversas formas que vivimos “administrando bien nuestro tiempo”, pero en muchos casos, en realidad estamos actuando egoístamente. 

Piensa en esto, reflexiona. Si estás pensando continuamente en ti, en lo que quieres, lo que necesitas, lo cansada que estás, en el poco tiempo que tienes, etc. Si eres una máquina que se queja y vive pensando en su bienestar personal, francamente tu vida no se asemeja al llamado de Cristo. 

Podemos demandar amor a nuestro esposo basadas en Efesios 5:25: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”. Esto es verdad, él debe amarnos, pero encontramos la misma guía para las mujeres. Tito 2:4 dice que las mujeres mayores deben enseñar a las mujeres jóvenes ¿a qué? “a amar a sus maridos”. Este amor debe ser absoluto, total, incondicional. No puede basarse solamente en la excelencia, grandeza o dignidad que pueda tener, sino en cuán importante es amar a Dios por sobre todas las cosas. 

Cuántas veces pecamos en egoísmo, rebeldía, queja y frustración, comenzando a ser esa gotera continua de la cual habla la Biblia (Proverbios 19:13). Dios nos ha dado herramientas para afectar a nuestro esposo positivamente. 

Planifica hacer cosas que sean significativas para tu esposo, por ejemplo: respetarle, escucharle, agradecerle, preparar detalles importantes para él, etc. Deja de centrarte en sus errores, que de seguro los tiene, y presta atención a sus virtudes. Planifica también cómo hacerlo. “Los planes bien pensados y el arduo trabajo llevan a la prosperidad” Proverbios 21:5. 

Solemos pensar: “si yo muero a mí misma, si renuncio a mi yo, mi esposo va a abusar de eso y voy a sufrir pérdida” … Es en medio de esa crisis que debemos recordar: “Si alguno viene a mí, y no aborrece su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:16). No podemos separar nuestro matrimonio de la práctica de esta gran verdad. No podemos renunciar a nosotras mismas en nuestro tiempo para otros, en nuestro esfuerzo por vecinos, amigos, hermanos… mientras en nuestro matrimonio exigimos para nosotras misma.

En realidad, la medida no debería estar en si “sirvo a mi esposo o no”, sino en cuánto amo a Dios y cuánto renuncio a mí misma por él. Ahí el problema deja de ser problema porque esa renuncia descomprime todo lo demás y soy libre para seguir a mi maestro. Entonces, servir a mi esposo pasa a ser una oportunidad más para seguir haciendo tesoros en el cielo. 

¿Anhelamos riquezas celestiales y vivimos para alcanzarlas? Al meditar en la eternidad, todas estas cosas resultan necias y sin valor, pero en nuestro día a día son reales y están presentes, por lo que necesitamos trabajar en ellas para ser verdaderamente discípulas. 

Si estás vacía e insatisfecha, hermana, tengo que decirte: no estás entendiendo el valor supremo y mayor que tienes de seguir a Cristo. Entrega todo lo que piensas que tiene valor y decide quedarte con “la perla preciosa”, Cristo. “Habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió TODO lo que tenía, y la compró (Mateo 13:46). 

Pidamos a Dios más conocimiento de Él, más amor y pasión por él. Que nuestra vida refleje lo que Él significa para nosotras como lo hizo Pablo: “Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” Filipenses 3:8. 

Cuando entiendas esto, servir a tu esposo se tornará en un privilegio y ya no será una lucha sin fin. Tú decides.

Verónica Rodas es esposa del pastor Luis Rodas. Madre de Cintia (17) y Zoé (6). Juntos sirven al Señor en Córdoba, Argentina. Su anhelo es mostrarle a la mujer lo deleitoso y hermoso que es ser discípula de Cristo.

Leave a Reply

Hit enter to search or ESC to close