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Pasaje devocional: Nehemías 2:1-6

…me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera. Nehemías 2:2

En la etapa más crítica de la reconstrucción de Judá, el Señor levantó a Nehemías para llevar a cabo una de las responsabilidades de mayor confianza en el imperio persa, que era el ser copero y confidente del rey Artajerjes. Los hechos ocurrieron en el año 445 A.C. Nehemías pudo haberse preguntado si él solo podría impactar positivamente la situación en la que Dios lo había colocado, pero eso no lo desanimó para servir al Señor cualquiera que fuesen las circunstancias difíciles y dolorosas.

Cuando varios varones de Judá le trajeron la noticia de la gran ruina en que se encontraba su amada ciudad de Jerusalén, Nehemías se puso triste, se sentó, lloró e hizo duelo por varios días. También ayunó y oró intensamente por cuatro meses, buscando la guía del Señor y la fortaleza espiritual necesaria para hacer la voluntad de Dios. Nehemías pacientemente esperó la respuesta del Señor.

Nehemías no era ni un profeta, ni un sacerdote, por lo que llama la atención el dolor que sentía por Jerusalén, cuando no había nacido ni vivido allí. Sin embargo, para él era el lugar donde sus antepasados habían nacido y muerto y era la ciudad santa del pueblo de Israel. Nehemías creía que el futuro del pueblo de Dios estaba en juego, así como la honra y honor del Señor. Así que invocó a Dios con fe, temor, reverencia, pasión por Su causa y estuvo dispuesto hacer Su voluntad.

Siempre que he leído este pasaje, me he preguntado cuando fue la última vez que oramos y lloramos para que el Señor llevara a cabo alguna obra en la iglesia. ¿Estamos dispuestos a orar y trabajar con sacrificio para que con la ayuda de Dios se hagan realidad? ¿Cuáles son los asuntos más importantes? ¿Oramos intensamente por ellos? ¿Alguna vez hemos llorado para que el nombre del Señor sea glorificado en la iglesia? ¿Nos entristecemos cuando la obra del Señor no avanza?

Meditemos y oremos para que el Señor pueda crear en nosotros un gran amor por Su obra.

Un devocional de Revista Quietud

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