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Leer: Mateo 20:20-28

Tengo dos hijos, una niña y un niño. Marina de 7 años, que desde sus 3 ha bailado ballet y lo hace muy bien. Owen, de 9 años, es multifacético, escribe historias (muy cómicas y entretenidas), canta y dibuja muy bien y está aprendiendo a tocar la guitarra.

Como madre de estas dos criaturas me encuentro frecuentemente tentada a alardear de los talentos de mis hijos. Deseo que todo el mundo sepa lo talentosos que son. Incluso en mi corazón he deseado que algún día sean famosos y muy exitosos en todo lo que emprendan.

Salomé, la esposa de Zebedeo, madre de los discípulos Juan y Jacobo también compartía un sentimiento similar al mío. Ella se acercó a Jesús, se arrodilló ante Él reconociendo Su autoridad, pero muy cegada por su amor de madre le pidió lo que en muchas ocasiones le he pedido a Dios para mis hijos…reconocimiento, poder y fama.

Los estudiosos dicen que probablemente esto fue idea de Juan y Jacobo y no de ella, ya que en el mismo relato en el evangelio de Marcos son ellos dos los que hacen la petición. Haya sido idea de Salomé o no, ella consintió en hacer la petición por ellos, ella estaba de acuerdo.

Pero qué gran lección le dio Jesús a Juan, Jacobo, Salomé y todos los presentes. Él aprovechó el momento, como siempre, para enseñarles algo en amor. La lección de ese día fue humildad, servicio, entrega…

¡Cuántas veces Dios me tiene que recordar que mis oraciones por mis hijos deben estar basadas en esas tres cosas! Que en lugar de pedir fama y éxito, que mi petición sea que Marina con sus pies y su cuerpo pueda servirle a Él, que Owen con sus manos y todos los talentos que le fueron dados, le adore… Que ambos humildemente se comprometan a trabajar para Él a pesar de lo duro que esto puede ser.

Cuando oramos de esa manera estamos poniendo nuestra fe en Aquel que un día nos eligió para ser sus madres. Una fe que le dice a nuestro Creador, “mi corazón no desea que mi hijo sufra o que pase necesidad, pero si eso es lo que va a pasar, que sea mientras se compromete humildemente a servirte.”

Salomé sin dudas aprendió la lección, sus hijos finalmente fueron grandes apóstoles de Jesús.

No quiero que mis hijos sean exitosos, deseo que mis hijos sean Tus siervos.

Wendy Marín Ortiz es esposa del pastor Oscar Ortiz y madre de Marina y Owen. Oriunda de Puerto Rico, radicada en Fort Worth, TX, desde el 2005. Tiene una Maestría en las Artes de la Educación Cristiana del Seminario Bautista Southwestern. Es conferencista, educadora y comunicadora. Su pasión es servir al Señor.

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