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Revolución Sexual

Nuestra situación actual

Una sola carne: Un hombre y una mujer

El matrimonio es una de las grandes verdades reveladas desde el libro de Génesis, pero desarrollada de una forma más minuciosa en el Nuevo Testamento. Tan pronto como Dios creó a Adán y Eva los unió e hizo pareja.

Es indudable que Dios realizó el primer matrimonio. Podemos decir que la Escritura inicia con la celebración de una boda. Es interesante ver como Dios cierra la revelación bíblica con otra celebración similar: las bodas del Cordero (Apoc.19:6-9).

Es como si Dios hubiera querido encerrar toda la historia redentora del hombre entre dos portalibros, cada uno de los cuales es una ceremonia nupcial.

Al principio cuando leemos el libro de Génesis no deducimos el gran misterio detrás de esa unión, pero al llegar al Nuevo Testamento descubrimos que este enlace entre el hombre y la mujer representa la unión de Cristo con su Iglesia.

El matrimonio es un pacto sagrado. El pacto posee un carácter incondicional y permanente, a diferencia de un contrato que tiene clausulas y condiciones. “Los contaros tienen que ver con cosas; los pactos tienen que ver con personas.

Los contratos se hacen por un periodo de tiempo estipulado; los pactos son para siempre. Los contratos pueden romperse con pérdidas materiales para las partes contratantes. Los pactos no pueden ser rotos; pero si son violados, esa violación resulta en pérdida personal y los corazones quebrantados”

Dios hizo un pacto con el ser humano y durante miles de años la humanidad lo ha quebrantado, pero el Señor permanece fiel a sus promesas.

Ser una sola carne implica la fusión de sexos diferentes, vidas diferentes, intereses diferentes, valores diferentes, metas diferentes y sueños diferentes. Es la unión de dos mundos más que el abandono de dos mundos tal como algunos han expresado. Dos agendas paralelas no forman una sola carne. Fundirse en uno requerirá que ambos cónyuges dejen a un lado sus diversas opciones para encaminarse en una sola dirección.

Es renunciar a una parte de su tiempo para vivir un calendario mutuo. Esa fusión solo es posible si Dios está en medio de ambos. Tal como Cristo es el único intermediario entre Dios y el ser humano, Él es también el mejor mediador entre el hombre y la mujer.

Nuestro trabajo es obedecer y la obra y gracia de Dios es bendecir nuestra obediencia para gloria de Su nombre. Dios nos ha entregado en Su Palabra instrucciones específicas de cómo cultivar nuestras relaciones. Las instrucciones que nos ayudan a cultivar una buena relación con el prójimo deben aplicarse aun más en el contexto del matrimonio, pues nuestro cónyuge es nuestro prójimo número uno.

Además, Dios nos une en matrimonio para usarnos como instrumentos de santificación mutua a fin de pulir las asperezas pecaminosas tanto en el uno como en el otro y así desarraigar nuestro egoísmo. La vida matrimonial trae a la luz nuestro pecado y cuando ese proceso comienza nos incomodamos con nuestro cónyuge. Sin embargo, necesitamos reconocer que nuestro cónyuge solo esta revelando nuestros ídolos.

Cristo se sacrificó pos Su Iglesia para que esta fuera santificada, a fin de que él pudiera presentársela a sí mismo en el día final sin arruga ni mancha. Desde esa perspectiva la razón principal del matrimonio no es la felicidad del hombre y la mujer, sino mas bien su santificación.

Solo Dios puede:

-Unir a dos pecadores para reflejar la santidad de la unión de Cristo con su Iglesia.

-Unir a dos seres humanos que están destituidos de la gloria de Dios, para que, a través de su unión, reflejen su gloria.

-Unir a dos personas egocéntricas para que se complementen el uno al otro.

-Unir de manera permanente a dos personas no confiables.

Fragmento del libro “Revolución Sexual”  de Catherine Sheraldi de Núñez y Miguel Núñez

B&H Libros

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