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Como ciudad derribada y sin muro es el hombre
cuyo espíritu no tiene rienda. —NVI

PROVERBIOS 25:28

«Estaba fuera de mis casillas». «No lo pude resistir». «La carne es débil». «Así soy yo, ni modo». Estas son algunas de las maneras con que excusamos nuestro comportamiento indebido: una palabra hiriente, una mentira, una acción que solo alimenta la naturaleza carnal.

La falta de dominio propio se disculpa con «soy humana» en vez de reconocer que es ponernos a la merced del pecado —¡que ya no es nuestro dueño! — en vez de actuar como personas controladas por un nuevo Dueño.

Andar a rienda suelta es andar como un caballo sin domar. Puede parecer algo que nace de uno mismo, pero en Gálatas 5:22-23 leemos que el fruto del Espíritu incluye la templanza, es decir, el dominio propio. Como cristianas no podemos encogernos de hombros y decir «así soy», ya que la nueva naturaleza en Cristo ¡nos hace personas renovadas!

Dios te ha hecho una hermosa ciudad amurallada, protegida por Él y Su Espíritu. En la antigüedad estas ciudades eran las que resistían al enemigo y sus flechas. No dejes que te derriben meros seres humanos o malos hábitos. No descuides ninguno de tus muros, ya que por una pequeña rendija puede empezar una derrota grande. Que Jesucristo mismo sea tu fortaleza y refugio siempre. (MHM)

Doble victoria tiene aquel quien se conquista a sí mismo.

JYRUS

Un devocional de Un año con Dios (B&H en Español).

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